Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
Al parecer, el misal romano contiene una oración colectiva para rogar a los cielos por la lluvia. Aparece bajo el latinazgo Ad petendam pluviam, aunque el origen de esta rogativa por el líquido elemento halla su origen, como tantas otras cosas, en los ritos de la antigua paganía. De Terranova a Tasmania, de la bahía de Tokio al río Duero que en Oporto da a la mar océana por la playa de Matosinhos, el engreído mundo de hoy se rige por la ausencia presencial de las cosas de Dios. Por eso nos sorprenden ciertas noticias que podrían remitirnos a ciertos usos de lo viejuno.
La Archidiócesis de Sevilla ha enviado una circular para pedir por la lluvia en las preces de la misa. Asimismo se harán rogativas en la oración de laudes y de vísperas y en la exposición del Santísimo. Se ruega especialmente a las monjas de las comunidades contemplativas que pidan también por el fin de la sequía y que el agua riegue los campos, llene los embalses y, ya puestos, redima y purifique los corazones cubiertos de musgo y tristeza por diversa causa.
El pasado domingo, el azar quiso que escucháramos las preces por la lluvia junto a las monjas comendadoras del recoleto convento del Espíritu Santo. Tras las rejas del cenobio vimos a las hijas contemplativas con sus capas azul mahón y sus cruces blancas de doble traversa. En la Sevilla de intramuros hay vidas que discurren doblemente intramuros, entre el silencio de la clausura y una suerte de plenitud indescifrable, como si en estos cenobios solo pudiera contarse la dicha de las las horas luminosas, como hacen los relojes de sol.
Desde la niñez conocemos estas rogativas por la lluvia en tiempos de sequía. Sucede cuando los campos, aun en primavera, se recubren de un tono amarilloso que remite al triste cártamo o incluso a los asfódelos resecos del verano. En la infancia eran periódicos los cortes de agua en los hogares por la sequía. Eran otros tiempos y eran otras las expresiones populares, cuando en las casas, con los cortes de luz, los vecinos preguntaban de planta a planta si había vuelto el fluido (no se decía si había vuelto la luz, sino si había vuelto el fluido).
Si la falta de lluvia continuaba, entonces se sacaba en procesión extraordinaria a la Virgen de los Reyes. Se hizo la última vez en 1993, cuando el manantial de la Expo 92 comenzó a desecarse pronto bajo otra crisis económica que, como la sequía, suele presentarse con cíclica contumacia. De momento, las rogativas a Dios para que llueva ha traído ya consigo la lluvia del tiempo sobre nuestros propios hombros.
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