Francisco / Morilla Gordillo

Sevilla y su estaca

Un edificio no puede justificarse sólo por su belleza o su valor simbólico

HEMOS visto como, desde hace unos 20 años, la vivienda en Sevilla capital se iba encareciendo y surgían en los pueblos de la periferia las urbanizaciones que conocemos, y una parte de población con ingresos medios que optaba por la vivienda individual se iba desplazando hacia ellas, pero manteniendo el empleo en Sevilla. Así, diariamente se acudía a Sevilla al lugar de trabajo con el vehículo particular generándose un cada vez más denso tráfico radial.

Pero también Sevilla es capital andaluza y sede de las instituciones autonómicas, de los principales hospitales, centros culturales, deportivos, servicios fiscales y de publicidad, entidades bancarias, con atracción turística,…y por ello ejerce una gran fuerza de atracción no sólo en la periferia, sino en parte de la región. Y ello genera también un importante tráfico radial hacia ella que se suma al anterior.

Y todo ese intenso tráfico cuando viene por el oeste y del Aljarafe se encuentra ante la barrera del río y se estrangula por los cuatro puentes que se transitan. Y el más saturado de ellos, y colapsado en varias horas punta del día es el puente del Cachorro.

De ahí que produjese asombro el ubicar ahí una intervención arquitectónica como la Torre Pelli que parece ubicar unos 3.000 aparcamientos y generará casi 8.000 salidas y entradas diarias. Problema que ningún nuevo puente sobre el río resolverá, sólo lo atenuará. Es un disparate urbanístico que se hubiera evitado ubicando la Torre hacia el norte en un espacio del río junto al Estadio de la Cartuja y el Parque del Alamillo, y próxima a una zona de gran actividad como será La Algaba y los Polígonos Tecnológicos de la Rinconada y San José cuando se ejecute la SE-40. En ese lugar es donde la Torre podría haber encajado dándole contenido a esa zona del río.

Frente a ese problema hay quienes lo obvian y defienden la Torre considerándola sólo por su forma y valor estético o simbólico. Esa actitud viene de algunas filosofías estéticas del siglo XX que extienden las ideas estéticas de Nietzsche y Heidegger y proclaman al arte como una forma de expresión y de conocer suprema. De ahí que en el mundo del arte contemporáneo desde hace tiempo es frecuente sostener que el valor estético de un objeto lo justifica por sí mismo y no necesita de ningún otro fundamento. E incluso hoy ante la cuestión de la sostenibilidad alguno llega a afirmar que "la sostenibilidad de un edificio es su belleza". Desde esa concepción un edificio bien diseñado y con valor estético o simbólico que crea sentido en un lugar, o crea el lugar, se fundamentaría en sí mismo al igual que una pintura, una composición musical, un poema,..sin deber plantearse su incidencia en un lugar ya determinado o territorio donde se ubique.

Pero cuando se trata de un gran objeto arquitectónico que se inserta en un lugar ya determinado, y muy crítico, de un territorio y tiene gran incidencia sobre él, ha de configurarse sin ignorar algunas determinaciones que sobre él ejercen las singularidades espaciales, históricas,..de ese lugar y territorio. Y en su localización deben considerarse también algunos argumentos de cierta precisión en parte extraídos de esa disciplina tan compleja e interdisciplinar que es hoy la Ordenación del Territorio.

Por ello asombra que se pretenda hacernos comprensible y justificable la Torre Pelli mediante una miscelánea de vagos razonamientos analógicos y una sucesión de ejercicios retóricos con pretensiones estéticas para terminar estirando hasta la vaguedad la figura de la metáfora y el símbolo de manera que la comprendamos percibiéndola como una "estaca".

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios