¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Repeticiones y repetidores
Los vencejos son aves que pueden contemplarse en sonoras bandadas durante buena parte del año en la urbe hispalense, perteneciendo en su mayoría a las especies Apus apus (vencejo común) o Apus pallidus (vencejo pálido). Ambos poseen la misma figura en ballesta, color parduzco, patas cortas y cuatro dedos con garras dispuestos hacia delante, siendo difícil diferenciarlos al volar juntos, aunque el pálido muestra un plumaje pardo-grisáceo con amplia garganta blanca, antifaz marcado y un canto bisílabo menos chirriante. Los adultos pasan la mayor parte de su vida sin posarse, salvo las estancias en el nido en época de cría o durante las borrascas, ascendiendo al anochecer hasta más de mil metros para "dormitar" en la noche sostenidos con leves aleteos en franjas más cálidas. Locos del aire, engullen como cazamariposas volantes el "plancton aéreo" integrado por moscas, mosquitos, larvas, polillas, pulgones... Nidifican casi exclusivamente en edificios urbanos y son migratorios, estando presente el vencejo común en nuestros cielos desde marzo hasta agosto; el pálido, de febrero a octubre, mientras algunas de sus colonias pueden invernar en nuestros barrios y criar en roquedos naturales. Suelen recorrer cientos de kilómetros diarios y capturar miles de presas, de tal modo que -junto a aviones, golondrinas, murciélagos o salamanquesas- nos ofrecen un magnífico mecanismo ecológico para el control de las poblaciones de insectos.
Sevilla es una de las ciudades europeas con una mayor diversidad en su avifauna, con bandos de vencejos que nos asombran con sus complejas evoluciones aéreas. Sus renovados chillidos cantores al comienzo de la primavera, en un ambiente colmado de efluvios de azahar, despiertan a la urbe de su indolencia invernal. Estas maravillosas aves han de ser protegidas al estar incluidas en el Listado de Especies en Régimen de Protección Oficial, así como en otros de carácter internacional. Sin embargo, la disminución de especímenes en nuestro país durante las últimas décadas alcanza un tercio de su población, en gran parte por la supresión de nidos y la dificultad de instalarlos en los nuevos edificios acristalados, sin oquedades, sin persianas...
El singular griterío originado por el alegre canto de los vencejos, asumido desde la niñez por nuestro cerebro y que oímos pero no escuchamos, es consustancial a nuestra existencia. Levantemos la vista al atardecer en estos días de Semana Santa y veremos sus vertiginosas piruetas que simulan juegos, quedando una vez más absortos ante la eterna algarabía que muestran estos increíbles diablillos que de manera incansable cruzan los arrulladores aires de Sevilla.
"Han vuelto los vencejos;/ heraldos de la vida, amantes fieles/ del largo día de la mies dorada;/ han vuelto los de siempre./ ¡Vencejos inmortales,/ alados hijos de natura fuerte,/ heraldos de cosechas y vendimias,/ mensajeros celestes,/ bienvenidos seáis a nuestro cielo,/ vosotros... los de siempre!"(Miguel de Unamuno).
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