Vox, la cultura y la pistola

De haber asistido alguna vez al Festival de Cine, uno imagina a doña Vox de Híspalis como molesta o extraviada

Se atribuye por error al doctor Goebbels (finísimo lector) la frase de marras: “Cuando oigo la palabra cultura, echo mano a mi pistola”. En realidad la cita es propiedad de otro nazi, Hanns Johst (la utilizó para una obra teatral: Schlageter). Había truco en esta pose tremendista. El nacionalsocialismo cultivó la cultura –la no degenerada, claro– y la convirtió, latrocinio aparte, en deleite personal para muchos vates del partido.

No estoy sugiriendo aquí que la dirigencia de Vox sea nazi (es verano, estamos cansados y no queremos exponer el lomo a querella alguna). Pero sí imagina uno a la pléyade de Vox Sevilla haciendo broma en sus cabildos con la frase de la cultura y la pistola. Gracias a los complejos freudianos del PP, la palabra cultura sigue remitiendo hoy a ciertos valores atribuidos a la izquierda o, más bien, al escaparate de la izquierda y a su pose moralista por la vía chic (lo explicaba mejor el otro día por aquí el preclaro profesor Víctor J. Vázquez).

Digo todo esto porque agradece uno que José Luis Sanz pueda gobernar sin Vox. En campaña a las municipales Cristina Peláez, doña Vox de Híspalis, reprochó a Antonio Muñoz el pastizal que se gastaba en un festival de cine que “no veía nadie”. ¿Nadie? Igual quiso decir nadie de Vox o de su grey. La muestra cinéfila de noviembre tendrá sus deficiencias. Pero que Peláez diga que nadie va a este festival europeo es sugerir que lo que le irrita es la cultura que ignora por incapacidad supina. Nos llamarán elitistas o poco cuerdos a quienes vamos al festival para ver cine balcánico, para escuchar en persona a Alexánder Sokurov con la guerra de Ucrania al fondo o para ver propuestas españolas libres de churretes ideológicos. Los abonos para el festival se agotan y las salas se llenan. De haber asistido alguna vez al festival, uno imagina a doña Vox de Híspalis como molesta o extraviada, echando mano de la figurada canana.

El ilusionante programa de Vox Sevilla en materia cultural proponía, entre otros destellos, rescatar la festividad de San Fernando, reabrir el debate sobre la Feria, cuidar las tradiciones con hermandades y colectivos, conservar el patrimonio histórico y conventual como motor turístico y como “garante de la identidad nacional”. Más procesiones, que hay pocas. Y más catolicismo del enfadoso, que nos tienta a hacernos luteranos una vez por semana. Me alegra saber, cuando paseo por la transida calle Espíritu Santo, que el convento homónimo, donde suele exponerse el abstracto alimento de Cristo, quedará a salvo de timadores, profanadores y vendedores de biblias patrioteras. Laus Deo.

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