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Las abarcas desiertas

Es curioso lo que llega a hacer el talento de un gran poeta: un poema propagandístico nos toca el corazón

Enplena Guerra Civil, en enero de 1937, Miguel Hernández publicó un poema sobre la noche de reyes. El poema, que apareció en el semanario Ayuda, editado por el Socorro Rojo -una organización de la Internacional Comunista-, era un poema que hablaba de la tristeza de un niño -inspirado en el propio Miguel Hernández- que ponía con ilusión su pobre abarca de pastor en el balcón esperando los regalos de reyes. "Por el cinco de enero,/ cada enero ponía/ mi calzado cabrero/ a la ventana fría". Aunque humilde, la familia de Miguel Hernández no era rematadamente pobre, así que algún regalo llegaría a tener el niño Miguel Hernández (quizá un balón, ya que le gustaba mucho el fútbol), pero en momentos de hambre y de penurias como aquel enero de 1937, Hernández quiso contar la historia de un niño pobre que sólo contaba con la ilusión de la noche de Reyes. En su poema, la noche de Reyes era la noche del cinco de enero, nada más. Hernández no hablaba de los Reyes Magos porque él era comunista y su poema tenía un alto componente político. Y si aparecían los reyes, eran los reyes de verdad, a los que dedicaba unas palabras muy poco amables: "Ningún rey coronado/ tuvo pie, tuvo gana/ para ver el calzado/ de mi pobre ventana".

Es curioso lo que llega a hacer el talento de un gran poeta: este poema -Las abarcas desiertas-tiene una intención puramente propagandística -ya que está pensado para levantar el ánimo de los combatientes-, pero el inmenso Miguel Hernández lo convierte en un poema que nos toca el corazón. Sentimos el frío de esa ventana helada y vemos la abarca solitaria en la noche de enero. Incluso nos acordamos de un hecho real que ocurrió en esos mismos años, cuando a una niña cuyo padre combatía en la guerra -y en el mismo bando que Miguel Hernández- le tocó como único regalo de Reyes un mazapán con una velita encendida. Nada más. Y quizá podría decirse que aquella niña fue afortunada: otros muchos niños no llegaron a tener siquiera un pobre mazapán en el zapato.

"Por el cinco de enero,/ para el seis, yo quería/ que fuera el mundo entero/ una juguetería". Eso decía Miguel Hernández en unos tiempos que fueron mil veces más desdichados que los que nos han tocado vivir. No lo olvidemos: hubo gente que lo pasó mucho peor que nosotros. Y no por ello dejaron de soñar con algo así como un leve atisbo de esperanza en el día de Reyes.

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