DIRECTO El resultado sobre la consulta de la Feria de Sevilla en directo

DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El amor se enseña amando

La Semana Santa se aprende sin más pedagogía que el cariño y la devoción de los padres

LA Semana Santa no se enseñaba, se vivía. Desde antes de tener memoria se aprendía como se aprende a andar o hablar, sin más pedagogía que el cariño y la devoción de los padres, sin más cátedra que sus brazos. Afortunadamente hay muchos niños que la siguen aprendiendo así.

La foto de las imágenes de la devoción familiar en la cabecera. La visita en su templo. “Tírale un besito al Señor y a la Virgen”. Pasar su manita por la de la sagrada imagen, primero, y alzarlos después para que alcancen a besarla (ojalá vuelvan los besos y se acaben las veneraciones: entonces, de verdad, sí que todo volverá a ser normal). La primera, pequeña, túnica –como la que vestirá, Esperanza mediante, mi nieta este año– si las reglas de la hermandad lo permiten. Canastitos con caramelos y estampas. Ver a sus padres –hoy, afortunadamente, a los dos– vestir la túnica. La segunda o tercera túnica niña, ya con un buen dobladillo para irle dando de largo, como con tan magistral emoción recreó Romero Murube en su Pregón: “Hay un cajón –el de abajo– de una cómoda; hay un envoltorio encima del ropero… Y próxima ya la Semana Santa, diálogos de este tenor. El marido a la mujer: ‘Este año habrá que alargarle la túnica al niño… Ha crecido’. Y la mujer al marido: ‘Sí, tiene mucho metido’. Y luego, a poco, hay un día en que la madre empieza a descoser las jaretas de la túnica del hijo. Y este rebosa de impaciencia y alegría por probarse la prenda ya arreglada. Y la madre, con la aguja en la mano, tiene un momento en que se queda suspensa, como se quedan muchas veces las madres mirando a sus hijos. Tiene la túnica de nazareno entre sus manos, mira a su hijo y piensa en Dios… Y siente el escalofrío de la muerte. Pero una muerte dulce y querida. Una muerte de lágrimas y bendiciones… Y sigue cosiendo jubilosa, aunque llorando…”.

De eso va esto que empieza mañana. Y aunque, gracias a Dios, muchos padres y madres, abuelos y abuelas, tíos y tías (mi infancia de nazareno cigarrero saliendo de la vieja Fábrica de Tabacos se la debo a mi tío Ramón) siguen enseñando así la Semana Santa, viviéndola, sintiéndola, porque el amor solo se puede enseñar amando. Pero hay también muchos, muchísimos jóvenes que carecen de todo arraigo y son educados por las redes y las modas en la afición al costal y la banda que no pocas hermandades impulsan para atraer hermanos y multitudes… ¿a qué? Y, sobre todo, ¿a quién?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios