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La ciudad y los días

carlos / colón

40 años después

SIGO con lo del asesinato de Maureen Ada Otuya, la joven nigeriana que ejercía la prostitución en una de las zonas más deprimidas de Bilbao. No es Guggenheim todo lo que reluce. "La negras", llamaban sus colegas españolas al grupo de africanas que se ganaban tan penosamente la vida. Supongo que a otras -como a la víctima colombiana del mismo asesino- les llamarán "las sudacas". Y me viene a la memoria La Vaquita. ¿Se acuerdan de La Vaquita? La tragedia sucedió hace 40 años, el 20 de enero de 1973. De 1973 a 2013 han cambiado muchas cosas en España, menos que las inmigrantes, legales o ilegales, se vean obligadas a prostituirse, que los asesinos crean que sus vidas no valen nada y que sus nombres se olviden o ni tan siquiera sean conocidos.

La Vaquita era una güisquería (whiskería se escribía entonces) en la prostibularia calle Joaquín Costa. Por entonces aún quedan escuálidos jirones de la Alameda del flamenco y el puterío representados por las avejentadas prostitutas sentadas a las puertas de los tugurios o apostadas en las esquinas desde San Martín hasta la Europa y Joaquín Costa. Entre ellas había marroquíes y argelinas sin papeles totalmente expuestas a la explotación de los proxenetas. Un camionero navarro pretendió irse del establecimiento con una de las mujeres. Esta se negó. El tipo se cabreó y pretendió llevársela a rastras. Los encargados lo echaron. El volvió con una lata de gasolina y la vació sobre una estufa de butano. El fuego bloqueó la única puerta del establecimiento. Murieron cinco mujeres ("chicas de barra" según la prensa) y un cliente. Dos de las mujeres eran de origen argelino. Fueron enterradas en el cementerio musulmán anexo al de San Fernando. Una de ellas tardó en ser identificada porque carecía de documentación y nadie conocía su apellido. Su entierro fue sufragado por sus compañeras de oficio a través de una colecta. Triste. Como de final de una película italiana de la época. Con Ana Magnani, Silvana Mangano o la Masina.

Desgraciadamente era real. Tan real como los asesinatos -treinta años después- de la nigeriana Maureen Ada Otuya y de la colombiana Jenny Sofía Rebollo, la mujer descuartizada que fue la primera víctima del sádico falso monje guerrero de Bilbao. La desgraciada mujer ejercía la prostitución, como la víctima nigeriana, tenía 40 años y dos hijos de 3 y 6 años. Triste, ¿verdad? Y muy multicultural: Nigeria, Colombia, Bilbao. Explotación sin fronteras.

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