La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El error de Tellado
Una cabaretera negra entrará en el Panteón el próximo 30 de noviembre, depositándose sus restos junto a los de Rousseau, Voltaire, Hugo, los Curie, Malraux o Simone Veil. Es Josephine Baker, la Venus de Bronce, la Perla Negra, la Diosa Criolla, la Venus de Ébano, la artista de cabaret y music-hall estadounidense residente en Francia desde 1925.
Antes fue, como su madre, una criada negra en ricas casas blancas de su Misuri natal y una aspirante a artista que desde los 14 años recorrió los locales de vodevil hasta que a los 16 dejó el sur para probar fortuna en Nueva York. Tuvo la suficiente para que un curioso trío empresarial -André Daven, director del vanguardista Théâtre des Champs-Élysées; el pintor Fernand Leger y Carolyne Dudley Reagan, esposa del agregado comercial de la Embajada de los Estados Unidos en París- montara en dicho teatro el espectáculo Revue nègre para el que se contrató en Nueva York una veintena de músicos y bailarines negros, entre ellos Sidney Bechet, Claude Hopkins y Josephine Baker. Durante los ensayos, visto su potencial, le dieron el número cierre que, bajo el nombre de La danza salvaje, la presentaba bailando casi totalmente desnuda. El éxito la catapultó al Folies Bergère. Nacía la leyenda de la artista negra que fue una agente del triunfo del jazz en Europa, fascinó y escandalizó durante medio siglo, fue amante de Simenon o de Colette, fusionó en sus espectáculos las vanguardias con el jazz y el music-hall, contrató a los más modernos escenógrafos y cartelistas, fue musa de poetas y pintores vanguardistas y una incansable luchadora contra las dictaduras y el racismo.
Hace ocho años Laurent Kupferman inició la recogida de firmas para que fuera enterrada en el Panteón. En su escrito decía: "Artista, primera estrella internacional negra, musa de los cubistas, miembro de la Resistencia, luchadora con Luther King por los derechos civiles y con la Liga Internacional contra el racismo y el antisemitismo, Josephine Baker tiene su lugar en el Panteón".
Hace pocos días el Gobierno francés lo ha aprobado. "¿Del Folies Bergère al supremo santuario? ¿Del cinturón de plátanos como único vestido a los laureles? ¡Profanación!, clama el Frente Nacional", escribía con ironía en Le Monde Regis Debray cuando en 2013 se planteó la cuestión. Concluyendo: "Llevará turbulencia y sol a la fría cripta". Estoy de acuerdo. Lo aplaudo.
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