El cantar del sepulturero

10 de septiembre 2025 - 07:28

En la plantilla de todo partido que aspira a asaltar los cielos del poder nunca puede faltar un rottweiler, sobre todo en la fase final, cuando la colina abrasada por el napalm huele a victoria. Es evidente que el elegido por Feijóo para representar este papel en el PP es su paisano Miguel Tellado. No nos pongamos tontos. El zapador de turno no puede entretenerse en sofisticaciones argumentales pensadas para los seminarios de verano de los think tank, entre coctelería fina y romances tardíos. Su misión es la puñalada certera, el titular electrizante, la mala leche por bandera.

En los últimos días ha levantado revuelo e indignación en la izquierda nacional una declaración de Tellado en la que indicaba que este curso político se cavará “la fosa” donde “reposarán los restos de un Gobierno que nunca debió haber existido en nuestro país”. Cierto, no es una expresión muy elegante. Mejor hubiese sido algo así como: “Este año Caronte montará al Ejecutivo de Progreso en su barca y cruzará la Laguna Estigia para morar en el inframundo de los difuntos”, pero el mensaje perdería contundencia e inteligibilidad, empezando porque muchos pensarían que Caronte es el nombre de una discoteca de moda. No leer, como bien apunta la tal Pombo no te hace peor persona, pero sí más inculta.

Los ha habido que han usado la mención a “las fosas” del ariete Tellado para recordarnos lo de la memoria histórica. El progresismo español actual no sabe hacer política sin agitar las ánimas de las víctimas de la Guerra Civil o sin resucitar al general Franco. Según estos ofendidos, Tellado banaliza las víctimas de la represión del franquismo, como si no hubiesen existido las fosas en Paracuellos. Las únicas fosas inocentes son las Marianas.

Sorprende también el optimismo de Tellado. Con fosa o sin ella, Sánchez ha demostrado con creces su condición de zombi, de muerto viviente capaz de calentar cualquier botella de champagne puesta a enfriar para celebrar su derrota. No será fácil clavetear la tapa del ataúd de una persona que más bien parece rabo de lagartija.

No creo que ninguna de estas ociosas divagaciones afecte a Tellado. Él sabe cuál es su papel y lo hace con profesionalidad. Recuerden (quien la haya visto o leído) la escena dos del acto quinto de Hamlet, cuando el gran personaje shakespeariano ve a un sepulturero cantar una copla jocosa mientras trabaja y comenta dolido: “–Qué poco siente ese hombre lo que hace, que abre una sepultura y canta.” A lo que Horacio, sabio, contesta: “La costumbre le ha hecho ya familiar esa ocupación.”

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