La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La coleta nacional

Degenerando, como Belmonte dijo: de las hombreras de Suárez y las canas de Felipe a la coleta

Nadie desconoce la importancia de la imagen en la política. Nada nuevo. Stalin mandaba retocar las fotos para que no se apreciaran las huellas de la viruela. Hitler tuvo a su servicio el talento de fotógrafos como Heinrich Hoffmann (que además le ayudó a perfeccionar su gestualidad en los discursos con series fotográficas tan grotescas que ordenó que se destruyeran), de diseñadores de carteles (una foto de Hoffmann sirvió para el modernísimo de las elecciones de 1932: sólo su rostro sobre un fondo negro) y cineastas (la mejor película propagandística de la historia tal vez sea El triunfo de la voluntad de Riefenstahl). Cuando la televisión se sumó a la fotografía, la cartelería y el cine la imagen adquirió aún mayor importancia. Es conocida la anécdota del pionero debate televisivo entre Kennedy y Nixon el 26 de septiembre de 1960. Kennedy era más guapo, vestía un traje que lo resaltaba más en el blanco y negro, tomó el sol para aparecer más bronceado y se maquilló. Nixon, menos atractivo, sin maquillaje, con un traje más oscuro y sudando perdió el debate televisivo, aunque ganó el radiofónico. Hay en esto algo de realidad y no poco de leyenda, pero ha quedado como un símbolo del poder de la telegenia.

En nuestra historia reciente es sabido cuánto ayudó a Adolfo Suárez el cuidado de su imagen, las fotos de su vida familiar inspiradas en las de Kennedy y el refuerzo en las hombreras de sus chaquetas que realizaba Antonio Pajares, su sastre de confianza. Y mucho se habló de las canas teñidas de Felipe González para dar una imagen más madura en las elecciones del 82. Escribía Rosa Montero: "Era el González, en la campaña pasada, un muchacho despechugado y sano, aire joven a renovar los rancios pasillos oficiales. (…). Pero hete aquí que en sólo año y medio, ¡ay dolor!, Felipe ha perdido el color y se ha quedado agrisado. (…) Ese aire de cincuentón presidenciable..., y las canas que le han trepado a las orejas...".

Y ahora la coleta. ¿Será cierto lo que se dice, que hubo un debate interno sobre la longitud y recogida del cabello del líder, que el partido la quería preservar como símbolo de sus orígenes antisistema, que el moño fue una solución transitoria…? Entre la coleta de Pablo, el docudrama de Rocío, el castigo de Rafa Mora y Tom llorando al ser abandonado -cada vez cuesta más trabajo diferenciar unas cosas de otras- la actualidad está que arde.

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