La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La congregación de monjas de la AT

Cuántas veces la Iglesia está en la vanguardia sin ruido, sin cacareos, sin sacar pecho ni presumir de ser innovadora La pelusilla en Sevilla es una maravilla La Feria larga nos retrata como tiesos ¿Generación o sociedad de cristal?

Una placa de Apartamentos Turísticos.

Una placa de Apartamentos Turísticos.

El Gobierno puso en marcha el pasado año un teléfono de la salud mental. Toda la progresía de boquilla se puso a felicitar la iniciativa. Por supuesto que la decisión merecía un aplauso. Hoy y aquí recordamos y reconocemos que fue el diputado Errejón quien llevó a la Cámara Baja la necesidad de impulsar políticas activas para las personas afectadas después de una pandemia que dejó tocada a buena parte de la sociedad. La salud mental ha dejado de ser un tabú y eso ya es un avance notable. Ocurre que nadie se acordó de que la iniciativa privada impulsó con éxito un plan hace más de 50 años que tuvo un éxito tan rotundo que se expandió por Europa y América . Fue Fray Serafín Madrid quien fundó en 1971 en Sevilla el Teléfono de la Esperanza. El fraile fundador murió un año después en accidente de tráfico cuando viajaba de Sevilla a Málaga. Su obra queda desde entonces. Fue y es un éxito incontestable. La ciudad dedicó un monumento a Fray Serafín en la Gran Plaza en 1982, obra nada menos que de Luis Álvarez Duarte, pero la verdad es que no cuenta ni con realce merecido ni con el mantenimiento adecuado. Hay monumentos en esta ciudad que es mejor que no se hayan erigido. No se nos olvide y hagan la cuenta: Fray Serafin fue el superior del Sanatorio de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, fundador de la Ciudad de los Muchachos de Alcalá de Guadaíra y del referido Teléfono de la Esperanza. Con la décima parte de lo que hizo este fraile hay gente que luce medallas en el pecho que parecen chocolatinas extraídas de un bote de Lacasitos. Hoy recordamos esta historia porque la compañera Eva Saiz ha publicado en El País que las religiosas del convento de clarisas de Santa María de Jesús de la calle Águilas dedican ya parte de sus dependencias al alojamiento turístico.

Para la ciudad es un atractivo, para la Iglesia no es una novedad, pues siempre se ha recurrido a los servicios de hospedería para obtener ingresos. Célebres son las hospederías de Guadalupe en Cáceres, de la Abadía de Silos en Burgos o de Santa Rosalía en Sevilla, por citar solo tres casos. Bien por las monjas de la calle Águilas, que seguro hacen una gestión cuidada y ejemplar de esos apartamentos. Que siga funcionando también el torno de los dulces con tanta demanda. La clausura necesita ayudas tanto de sevillanos ejemplares que se entregaron a ella con todo amor como el inolvidable Ismael Yebra, como por medio de estas fórmulas de negocio, nuevas para unos y viejas, viejísimas, para una institución que los cuenta por siglos.

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