La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La culpa es de los padres

Algo ha fallado en las casas si un colegio mayor tiene que exigir a sus alumnos machitos el respeto debido a sus compañeras

Manifestación en el colegio mayor Santa Mónica

Manifestación en el colegio mayor Santa Mónica / M. G. (Madrid)

Una cafrería, una gamberrada, una algarada propia de niñatos escapados del rodaje de Historias del Kronen. No elevemos a más el suceso porque corremos el riesgo de quedarnos sin adjetivos, sin castigos y sin reprimendas verdaderamente importantes y necesarias cuando llegue la hora de episodios de violencia. Tendemos con demasiada frecuencia a matar las moscas de unos maleducados con los cañonazos de la Fiscalía, a judicilizarlo todo, a centrar el debate general en una desagradable y, por supuesto, reprobable conducta. No podemos hiperventilar, apretar el botón rojo y pedir leyes contundentes a la mínima porque descafeinamos los debates más serios.

No podemos arreglar con normas, aunque nos pese, aquello que exige educación. Y todo lo que requiere de educación necesita de actitud y tiempo. Oh, los temidos medios y largos plazos. Los gamberros que se divierten profiriendo insultos machistas a las compañeras son por encima de todo unos maleducados, unos malcriados, unos bárbaros. Las compañeras (suponemos que no todas) que admiten esas conductas, no las condenan y las ven como hechos normales son directamente bobaliconas. Todo es cuestión de educación, que exige un planteamiento profundo, no de la Fiscalía, que conlleva un tratamiento superficial, de corto alcance y de respuesta de cara a los medios. Hace no muchos años que trascendió la imagen de una famosa magistrada que, siendo alumna novata de Derecho, accedió libre y voluntariamente a hacer de borrega en la tradicional novatada del primer día de clase. Ella se convirtió con los años en el látigo de la corrupción en Andalucía. Pero en sus años de estudiantes, ay, ejerció encantada aquel papel.

Actúe la dirección del colegio mayor, cómo no, y edúquese en casa en la verdadera igualdad, en la ausencia prejuicios, en la condena de cualquier comportamiento violento, en la cultura del mérito y el esfuerzo. La educación de los menores en ciertos valores no se puede delegar en exclusividad en los centros docentes. La igualdad, el respeto por el prójimo, los criterios para una buena convivencia, hay que llevarla aprendida de casa. Si el colegio mayor tiene que instruir a unos machitos universitarios sobre el respeto a la mujer, es evidente que el fallo está en la casa de cada uno de ellos. Si ellas ven normal y aprueban esas actuaciones, estamos ante el mismo supuesto. Es más fácil culpar al colegio, echar al entrenador o arremeter con el gobierno, según los casos. Y que haga algo la Fiscalía para que los progenitores duerman tranquilos. Ya mandaremos a los niños a Irlanda... para que aprendan inglés para toda la vida.

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