SUBE el paro y baja la asistencia a la manifestación sindical del Primero de Mayo. Se le ponen más ganas a la Feria que a la defensa de los empleos. Mayor debería ser el interés de la población en guarecerse bajo el paraguas del sindicalismo a tenor de la que está cayendo. Mejor debería ser la calidad de la actividad sindical para regenerar la salud de nuestra democracia. Pero sucede lo contrario por falta de confianza en su capacidad para articular un futuro mejor. Es un estado de ánimo frustrado y frustrante que no es de ayer por la mañana. Los grandes sindicatos viven del poder y participan de los negocios del poder. Ya no son vanguardia transformadora sino castaprofundamente conservadora y llega a amparar a algunos grupos de presión que protestan para seguir gozando de privilegios que no merecen. Lo contrario de lo que necesitan los parados.

La semana pasada se confirmó la estrepitosa derrota de UGT y CCOO en las elecciones sindicales dentro de la Administración General andaluza, que ha de tener consecuencias en sus liderazgos. Los funcionarios les han castigado por convertirse en guardia pretoriana de Griñán para imponerles una inmoral reforma del organigrama autonómico. El Sindicato Andaluz de Funcionarios (Safja), impulsor de la movilización contra la reforma, y que, además, ha derrotado en el Supremo y en el TSJA al Gobierno andaluz para poner coto a la arbitrariedad en nombramientos que no son altos cargos, ha obtenido el 43% de los delegados, en concreto 63. UGT quedó en cuarto lugar, tenía 28 delegados y ahora solamente 10. Y CCOO se hunde aún más: de contar con 16 pasa a sólo uno.

Si en la Junta, la mayor empresa andaluza, UGT y CCOO han quedado reducidos a ser muy minoritarios justo cuando ha habido mayor participación en las urnas sindicales, ¿cómo va a mantener el Gobierno la farsa de que a la hora de negociar son quienes representan, y casi en exclusiva, al sindicalismo y a los trabajadores?