El enviado

19 de septiembre 2025 - 03:07

Zapatero ha viajado a Suiza para reunirse con Carles Puigdemont, a ver si logra llegar al corazón del dirigente independentista y conseguir su apoyo para que Pedro Sánchez se mantenga en el Gobierno. Las armas más frecuentes en las negociaciones del PSOE con sus socios de investidura han sido siempre las mismas: con vuestra ayuda, libraremos a España de los males del infierno, porque si se acaba el sanchismo en España habrá un gobierno de ultraderecha.

Ese argumento no le va a servir a ZP ante Puigdemont, porque el ex presidente de la Generalitat es un hombre de derechas, independentista pero de derechas, y sus votantes mayoritariamente son independentistas y de derechas también. La preocupación de Puigdemont es que en los últimos tiempos hay descontentos en Junts, ha perdido a algunos de sus más importantes colaboradores, y los sondeos indican que sus seguidores están hartos de que asuma iniciativas de Sánchez que les parecen inaceptables. Zapatero, por tanto, no lo va a tener fácil y, además, ante la opinión pública española está haciendo un papelón.

No es la primera vez que se reúne con Puigdemont, pero en esta ocasión es el enviado de Sánchez porque el negociador “oficial”, Santos Cerdán, se encuentra en prisión provisional por presunta corrupción, y no hay día en que no se publiquen nuevas informaciones sobre sus presuntos delitos.

Tampoco le van las cosas a ZP tan bien como hace apenas un año. Se ha confirmado que Maduro es un dirigente profundamente inmoral en todos los sentidos, y según Trump también es líder de un cártel del narcotráfico. El peor amigo y socio del que puede presumir un ex presidente. A Zapatero se le cierran puertas de negocio en Venezuela, aunque tiene abiertas de par en par las de China. Una de las tres figuras internacionales más poderosas. Que un ex presidente acepte el trabajo que hacía hasta ahora un hombre como Cerdán, presunto delincuente con una biografía en la que apenas hay nada destacable, aparte de sustituir a Ábalos como secretario de organización socialista, no es para presumir. Los ex jefes de Gobierno suelen marcarse objetivos más edificantes, de mayor nivel. No “deme sus 7 votos, señor fugado de la Justicia acusado de malversación, y dígame de una vez cuánto me cobra, cuánto cuesta el apoyo a Pedro Sánchez”. Lo dicho: papelón.

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