DIRECTO El resultado sobre la consulta de la Feria de Sevilla en directo

DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Lo esencial y lo superfluo

Unos aseguran que las misas son esenciales y otros que lo es el bourbon. El fútbol lo es para muchos. Y está el sexo...

Nunca como hasta ahora, desde marzo de este año, habíamos reparado en la esencialidad de las cosas; o al menos nos nos habían obligado a hacerlo con tanta insistencia, incluso con el aparato policial del Estado empujándonos a tenerla en cuenta a diario. Tal es así que hemos llegado a comprobar que ha habido días nada esenciales, nos los podíamos haber fumado.

Tampoco en esto nos ponemos de acuerdo, en lo esencial. No veo que esté mal que así sea. Muchas de las cosas que a mí pueden parecérmelo no tienen que serlo para los demás, y viceversa. Hay cuestiones que a muchos les parecen esenciales y a mí una verdadera gilipollez. Ellos tienen la misma consideración hacia mis prioridades. Hacen bien. No hay por qué citarlas.

Acude uno al diccionario de la RAE a consultar "esencial" y encuentra esto: "Perteneciente o relativo a la esencia". Bien. Lo mejor para estos tiempos que corren está en el ejemplo que sigue: "La racionalidad es esencial en el ser humano". El diccionario también está repleto de ilusiones.

Estos días dirimimos sobre qué es esencial y qué no. Alguien que curra en un banco me dijo hace poco que no entran dentro de los servicios esenciales y yo pensé en la deriva languideciente del capitalismo (los cajeros están cada vez más preguntones, más lentos y más apagados). Entre tanto, unos aseguran que las misas son esenciales y otros que lo es el bourbon. Cada cual se acerca a lo divino como cree oportuno. Para otros, el fútbol es la quintaesencia de su día a día, y ahí andan, empeñados en que lo sea para el resto del universo. Una inmensa mayoría descubre la esencia de la vida -y hasta su sentido mismo- en el sexo. Pero no son esencialidades excluyentes. A saber: se acude por la mañana a la iglesia, se pone uno a bien con Dios, y ya ungido por la gracia atiende esas otras actividades mundanas de una manera racional -según sostiene el diccionario- o no, tirando más bien del animal que lleva dentro: ve el partido de su equipo en la tele -imposible acudir al estadio, con lo cual esta esencialidad queda relegada al sucedáneo de la retransmisión y el relato interpuesto- mientras saborea el copazo y al término celebra la victoria o se consuela de la derrota con el refocile. Y a fe mía que si esto último sale bien -lo que es esencial- tanto si los tres puntos se ganan o se pierden es algo que habrá pasado a la categoría de lo superfluo. Hasta el próximo partido (y el próximo polvo). Ya lo dijo Bataille: "Sólo nuestros comportamientos gloriosos determinan la vida humana y le dan un valor".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios