
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La tentación de la 'dolce vita' en Sevilla
La aldaba
Los sevillanos abandonamos sitios de forma natural. Hay una Sevilla orillada de monumentos, tabernas y comercios a la que colocamos directamente la etiqueta de "lugar para turistas". Y resulta que en muchas ocasiones se trata de los mejores atractivos de la ciudad. Tal vez es que no valoramos en su justa medida aquello que vemos delante de nuestras narices cada día. Y la vida pasa sin que les prestemos la debida atención. Ocurre con la Torre del Oro, una joya desconocida por la inmensa mayoría de vecinos de esta ciudad, una maravilla que bien merece una visita para disfrutar de cómo la Armada tiene cuidado este monumento. Cada mes recibe 25.000 vistas. La entrada es gratuita, solo se solicita una aportación voluntaria. Y los visitantes, por cierto, suelen ser muy generosos. El comandante naval de Sevilla y director del Museo de la Torre del Oro, Daniel González-Aller, un señor de la cabeza a los pies, tiene la visita perfectamente organizada, incluida una tienda de recuerdos que se ha reconvertido para que sus contenidos tengan relación con el monumento. Pero los sevillanos no entran, como tantos hay que no han subido a la Giralda salvo que los llevara el colegio en Octavo de la extinta EGB, como tantos que no han entrado en el Museo de Bellas Artes o no han visitado el Real Alcázar. Tenemos la suerte de contar con un comandante naval empeñado en abrir la Torre del Oro de la ciudad, enseñar en su interior la historia de la Armada, con origen aquel valeroso almirante Bonifaz que fue determinante para ayudar a San Fernando a reconquistar la ciudad, y por supuesto de la propia torre, que estuvo a punto de ser derribada, como se explica en uno de los paneles de la visita. Por fortuna no la perdimos, como sí ocurrió con otras obras arquitectónicas como el Palacio de los Sánchez-Dalp o los Caños de Carmona, por poner ejemplos más recientes.
Puede el sevillano visitar también la terraza del monumento (antes del tramo del cupulín) desde donde se conocen nuevas perspectivas de la ciudad. En la entrada principal hay una fotografía de gran belleza del rey Alfonso XIII justo antes de acceder a la torre en 1923, una instantánea que nos invita a ilusionarnos con que pronto veamos a Felipe VI de visita a este monumento cargado de historia y de belleza, tanto arquitectónica como simbólica. De momento tenemos la suerte de contar con un comandante naval volcado no solo en el cumplimiento de sus obligaciones estrictamente militares, sino en la difusión de esa cultura de defensa que es tan necesaria para que la sociedad valore cada día más al Ejército, en este caso la Armada. La Torre del Oro es patrimonio, historia y cultura de una ciudad conectada al mar por el Guadalquivir. Solo falta que los sevillanos conozcan este monumento más allá de la letra de las poesías que se bailan o de los ripios de los pregones. Solo se valora aquello que se conoce. Y no será que las puertas no están abiertas.
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