Expiración del Museo, testigo

14 de abril 2025 - 03:08

Estamos viviendo cambios tan profundos como los que se dieron en la transición de la Edad Media a la Moderna y de esta a la Contemporánea. En lo que a nuestra Semana Santa se refiere es útil recordar que el paso a la Edad Moderna liquidó la Semana Santa medieval, que la transición al Barroco acabó con la del siglo XVI y que la Contemporánea transformó radicalmente la de los siglos XVII y XVIII.

Hoy es el día ideal para llamar al estrado al único testigo vivo de la desaparición de la Semana Santa anterior al siglo XVII: el Cristo de la Expiración del Museo, única talla del XVI a la que su hermandad da culto ininterrumpidamente desde su fundación, conmemorando este año los 450 de su creación y del encargo del crucificado. Ninguna hermandad creada antes que ella o coetánea conservó sus antiguos titulares. Todas las entonces existentes los cambiaron en el siglo XVII. La Soledad de San Lorenzo conservó su imagen fundacional, pero alterando sustancialmente la original de bulto redondo. El Cristo de Burgos, la imagen documentada más antigua de nuestra Semana Santa por preceder en un año al de la Expiración, no tuvo hermandad hasta el siglo XIX. La primitiva hermandad del Cristo de la Humildad y Paciencia, otra de las pocas imágenes del XVI que procesionan, se extinguió; al igual que lo hizo la antiquísima de la Vera Cruz. Solo el Cristo de la Expiración del Museo ha recibido culto ininterrumpidamente desde 1575 por la misma hermandad.

En la transición de la Edad Moderna a la Contemporánea, tras sufrir las hermandades tal postración que algún tratadista afirmó que la Semana Santa estuvo a punto de desaparecer, emergió la nueva posromántica que después evolucionaría a la regionalista. Afortunadamente esta vez las sagradas imágenes del XVII se conservaron y las que se hicieron nuevas las imitaron. Porque el cambio afectó más a la forma de vivirla, al exorno y a los cortejos –como documenta Bécquer en un artículo de 1869– que a los titulares. Esta es la que está mutando, afectada por inflamaciones formales clerico-cofrades y por raquitismo devocional interno, hasta hacerse en muchos casos irreconocible.

No menores que esos cambios que borraron una Semana Santa y reinventaron otra son los que estamos viviendo con la lenta pero imparable fuerza de los grandes procesos históricos. ¿Para bien o para mal? Visto lo visto, de momento me inclino por lo segundo.

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