La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
El cine Florida va a ser un hotel (¡otro!, Sevilla va en camino de ser Las Vegas del sur de Europa). Para mayor precisión habría que decir que lo que se va a convertir en hotel es lo que queda del Florida, que debe ser muy poco o nada -salvo la fachada de pisos, que está protegida- tras la larga historia de su destrozo: tras ser uno de los mejores cines de Sevilla fue compartimentado como multicine para acabar como un salón recreativo infantil -Fort Lukas- y después llevarse muchos años cerrado. Algo entre Cinema Paradiso y Los fantasmas del Roxy de Serrat ("Yo fui uno de los que lloraron / cuando anunciaron su demolición"). Lo lloré, sí, como Serrat al Roxy, porque allí, además de ver en estreno La gran evasión, Aquellos chalados en sus locos cacharros o Sonrisas y lágrimas, viví, exactamente el 15 de julio de 1966, una de las experiencias más fuertes que haya sentido en una sala de cine: West Side Story en la pantalla gigante y el apabullante sonido envolvente del Todd-AO 70 mm del Florida.
Mucho de personal hay en esto, por lo tanto. Pero también de objetivo. La pérdida de los grandes cines de Sevilla -solo vivo el Cervantes y con remotas posibilidades de recuperación el Lloréns y el Imperial- ha dañado gravemente el patrimonio de la ciudad. A la destrucción del Pathé modernista, el Coliseo regionalista, el Lloréns neomudéjar o el Palacio Central y el Bécquer racionalistas se sumó la del también racionalista Florida, obra última del arquitecto prematuramente fallecido Gabriel Lupiáñez en colaboración con Rafael Arévalo, autores también del Cabo Persianas: el 11 de diciembre de 1941 se anunciaba en la prensa la inauguración del cine Florida y un mes más tarde, el 19 de enero, fallecía a los 43 años el joven arquitecto.
El Florida fue presentado por la prensa de la época como un "modelo de modernidad y sobria elegancia" del que, muy en su línea racionalista, se valoraba su "simplista desnudez, sobria y seria, sin detallismo adornista, toda ella un verdadero alarde de modernidad". La obra se ejecutó sobre una modesta sala de proyecciones y variedades cuyo origen se remontaba a 1918. De haber seguido siendo un cine el año pasado habría cumplido un siglo. Pero ningún teatro o cine, salvo el Cervantes, ha logrado superar el siglo con vida. El San Fernando lo hizo, pero fue derribado en 1973 cuando contaba 126 años. Sevilla, ya saben…
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