DIRECTO Madrugá Sevilla en directo | Semana Santa 2024

Previsión El tiempo en Sevilla para este Viernes Santo

¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El fracaso de las élites (también las de izquierdas)

Irene Montero.

Irene Montero.

EL fracaso de las élites es tema viejo y recurrente. Cadalso, emulando a Montesquieu, ya se mofó de una nobleza cuyo único mérito era la sangre, y el regeneracionismo partía de una crítica acerada al caciquismo, que no era otra cosa que el encuadramiento político de las élites de las provincias y el agro. Mucho se ha escrito sobre el asunto. El historiador y activista de izquierdas Paul Preston incluso ha culpado a las élites de boicotear el progreso de España. Pero no entremos en honduras.

El fracaso de las élites de derechas de los últimos tiempos ha sido evidente. Sólo hay que fijarse en figuras como Juan Carlos I o Albert Rivera, por no citar el rosario de corruptos peperos que dio la excusa para que, por primera vez, triunfase una moción de censura en la corta historia de la Democracia. El sanchismo no surgió de la nada. Cada vez que alguien habla con nostalgia de Rajoy y su menina, a la mente de uno acuden fotogramas del procés y los titulares del saqueo de la hacienda pública. El gran pontevedrés cae bien, es cierto, pero mejor es tenerlo de amigo de casino, para compartir montecristos y anécdotas picantes, que presidiendo el Consejo de Ministros.

¿Y las élites progresistas? Su fracaso no es menos evidente. Eso de la “superioridad moral de la izquierda” es algo que sólo cree Ignacio Sánchez-Cuenca. Sin hacer un repaso metódico y exhaustivo de los últimos años, incluso obviando la larga cadena de galeotes condenados por corrupción, vemos como la gran mayoría de los líderes de izquierda han terminado desviándose de su misión histórica. Es muy conocida la afición a los ricos que experimenta Felipe González, un hombre que ya sólo se siente cómodo en los más secretos salones del poder económico y político (el social le importa un comino). Pero el ejemplo más llamativo de los últimos tiempos ha sido el de Pablo Iglesias y la madre de sus hijos, Irene Montero, quizás la ministra más inútil que han dado los siglos. Lo de Iglesias fue caricaturesco: llegar a la vicepresidencia del Gobierno y comprarse un chaletazo para llenarlo de servicio doméstico. En su inmensa soberbia el ex dúo Iglesias-Montero llegó a someter la adquisición de la mansión a un referéndum entre las bases de Podemos. Nunca lo personal contaminó tanto la política. Pablo Iglesias lo ha pagado caro y ha vuelto a su verdadera vocación, la de pequeño agitador de audiencias. Estas elecciones serán su réquiem definitivo. ¿Y Sánchez? ¿Qué será de él? Promete como coach progresista, una especie de Zapatero pero sin convicciones. ¿Y Yolanda Díaz? Esa conjunción de moda chic y discurso obrerista recuerda demasiado a Evita Perón. Nada bueno.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios