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Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La generación 'mute' que prefiere escribir antes que responder a las llamadas

Somos más lectores desde la pandemia, pero crece la cantidad de jóvenes que evitan el sencillo acto de hablar por teléfono

Una joven usa el teléfono móvil

Una joven usa el teléfono móvil

Nos llevamos una alegría la otra mañana en el programa Despierta Andalucía que presentan la mar de bien Silvia Sanz y Miguel Ángel Sánchez en Canal Sur Televisión. El escritor Salvador Gutiérrez Solís, director del primer festival dedicado a la novela negra en la provincia de Sevilla, aseguró que la pandemia ha disparado los índices de lectura, que mucha gente descubrió que en su casa había libros que llevaban tiempo sin ser abiertos. Si se abrían, no mordían. Los libros nunca muerden. Y se pusieron a leer. No todo fue malo aquellos días, no todo fue consumir lexatines, perder capacidad de concentración o ganar peso. Ha habido efectos positivos en muchas personas que supieron ver la oportunidad de desarrollar hábitos saludables en los peores días que no ha tocado vivir. Los telediarios dicen ahora que la gente joven lee, pero que no quieren hablar por teléfono, que no responden a las llamadas, que prefieren los mensajes, un fenómeno que consideran que es el inicio de la generación mute y otros califican directamente de telenofobia. ¡Hay miedo a hablar por teléfono! Quién lo hubiera dicho hace diez o quince años. Preferimos dejar los mensajes por escrito. No importa el riesgo del que advierte el latinajo: Verba volant, scripta manent. El que escribe deja huella. Pero lo preferimos.

Todo antes que hablar con el otro, comprobar su tono de voz, evaluar su estado de ánimo y tener acceso a tantísima información que genera la charla, no digamos ya si es presencial. Tal vez sea todo coherente.  Cuanto nos dice el telediario y lo que nos cuenta Gutiérrez Solís. El que lee no tiene que hablar con nadie, no tiene que aguantar a los brasas que siempre están de guardia, solo tiene que concentrarse en la historia que el autor ha puesto en sus manos y a la que él se ha encomendado. La lectura es un ejercicio intelectual insustituible, tiene mucho, muchísimo de evasión.

Está muy bien que leamos más. Eso dice mucho y bueno de nosotros. Pero no tanto el negarnos a hablar, privarnos de esas conversaciones telefónicas realmente útiles, a las que se enseñaba en tiempos, cuando la instrucción era usar el teléfono poco tiempo y para “dar una razón”, no para charletas. Quizás la hipercomunicación o hiperconectividad que sufrimos ha provocado el rechazo masivo a la conversación. Todo por escrito, como si fuéramos unos desconfiados unos de otros por naturaleza. La realidad genera siempre contradicciones. Hablamos menos, leemos más. Estamos conectados como nunca, pero evitamos responder a las llamadas. Ay, aquellas llamadas a cobro revertido. O tempora, o mores.

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