La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Qué clase de presidente o qué clase de persona
Hace una semana tuve la suerte de que un lector de este periódico se pusiera en contacto conmigo a través del correo electrónico. Lo hizo de forma airada, criticando duramente uno de mis artículos recientemente publicado. Le contesté y él hizo lo mismo con mi réplica. Nos intercambiamos opiniones con elegancia y en su caso con una amplia cultura como base a sus razonamientos. Me hizo pensar, pero al final descubrí que la frontera que nos separaba consistía en que yo creía en la democracia como el mejor sistema político posible, y él la consideraba un vulgar plebiscito que se equivocaba en demasiadas ocasiones. Días después mantuve una charla divertida y amistosa con un grupo de estudiantes universitarios. Escuché sus opiniones y saqué una conclusión rotunda. Si hoy se celebraran elecciones y sólo pudieran votar los menores de treinta años, Vox estaría cerca de la mayoría absoluta.
Comenté esta sospecha con una amiga colombiana, y se sorprendió de que yo me sorprendiera de ello. Esta doctora que habla cuatro idiomas me dijo “que era partidaria de las políticas de Milei y Trump; que estaba harta de los subsidios; de la cultura woke y su buenismo”. Y añadió: “Vosotros los biempensantes europeos, creéis en que es posible llegar a acuerdos, que hay que comprender y tolerar a quienes no piensan como nosotros, porque todos tenemos una parte de razón; y que el pensamiento “progre” es sinónimo de superioridad moral, cuando la realidad es que todo ese postureo sólo esconde debilidad y falta de determinación “.
Concluí que el éxito de las ideas de la extrema derecha se debía al fracaso de las políticas de la izquierda, a su falta de propuestas ilusionantes y en demasiados casos de acciones concretas que nos mejoraran la vida. Había hartazgo y enfado con el sistema por parte de amplias capas de la sociedad que demandaba mano dura y menos palabrería. Y desilusión, falta de eficacia y exceso de corrupción en la orilla izquierda.
Mi amigo Carlos formó parte del gobierno de su ciudad en los años en que el alcalde fue militante de Podemos. Encolerizado, me dijo que la jueza había dictaminado en contra suya con motivo de su reciente divorcio y que, como él, había muchos en su oficina que iban a cambiar el voto, porque “no aguantaba a las feministas”. Así estamos .
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