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Tomás García Rodríguez

La legendaria Puerta de Triana

El diseño arquitectónico de Hernán Ruiz mostraba un solo arco y dos cuerpos

03 de septiembre 2022 - 01:45

Desde tiempos andalusíes, una de las puertas que conducían al exterior de la muralla dirigía al puente de barcas sobre el río, al arrabal trianero y a la comarca del Aljarafe. Recibiría el nombre islámico de bâb Taryâna, el de Trina tras la conquista cristiana por Fernando III, quizá por ser la única de tres arcos en todo el recinto amurallado, y finalmente el de Triana. No se conserva imagen alguna ni descripción con detalle de su estructura primitiva, aunque el triple vano está documentado de forma fehaciente y se considera que estaba ubicada entre las calles Santas Patronas y Zaragoza en su confluencia con Moratín.

Una nueva Puerta de Triana comienza a construirse en 1585 para sustituir a la almorávide, desplazada varios metros hacia la unión entre las calles Reyes Católicos y San Pablo, más en línea con el puente de barcas. Su traza primitiva se debe a Hernán Ruiz el Joven -ilustre arquitecto responsable del campanario de la Giralda y fallecido en 1569-, siendo su discípulo Asencio Maseda quien emprende y culmina la obra según cánones renacentistas, estilo de vanguardia en la época e idóneo para Sevilla, una gran metrópoli y centro del comercio con el Nuevo Mundo. El relevante diseño arquitectónico mostraba un solo arco y dos cuerpos -el superior serviría de cárcel para personajes ilustres-, así como un par de bellas columnas dóricas a cada lado. Testigo de múltiples avatares, presencia en 1857 el fusilamiento de veinticinco jóvenes rebeldes en el extramuros Campo de Marte, originándose la leyenda del alcalde Miguel de Carvajal y Mendieta, que corre espantado tras el atroz suceso a la Puerta Real y rompe a llorar sentado en una roca, la "piedra llorosa", cuya réplica permanece como símbolo de incomprensión en la calle San Laureano.

La majestuosa Puerta de Triana sería abatida por acciones destructivas sin control asociadas a la Revolución Gloriosa de 1868, aunque algunas ya habían sucumbido anteriormente. Resulta sorprendente que restos de esta magnificente creación artística fueran a integrarse en los muros de una mansión en la actual calle San Eloy, propiedad de José Girón y Alcalá, contratista encargado de la demolición y subasta; asimismo, dos fragmentos de columnas dóricas encallaron en los terrenos ocupados hoy en día por el Zoobotánico de Jerez. Han florecido varios proyectos, abanderados por el del prestigioso arquitecto Rafael Manzano, para recrear in situ las principales puertas de Sevilla, pero todo ha quedado en nada, como suele ocurrir frecuentemente con las grandes propuestas. Las ideologías de cualquier signo nunca han de servir de excusa para arrasar con el pasado y destruir el patrimonio histórico-artístico de una ciudad que pertenece a todos, incluyendo las generaciones futuras.

"Tiempo presente y tiempo pasado/ se hallan quizá presentes en el tiempo futuro/ y el tiempo futuro dentro del tiempo pasado./.../ Lo que pudo haber sido y lo que fue/ apuntan a un solo fin, que está siempre presente" (T. S. Eliot).

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