Hexacampeón, casi nada lo de este Sevilla que sostiene con firmeza aquella historia de plata y de gozo que arrancó hace catorce años en Eindhoven. Ya tiene en su sala de trofeos la sexta conquista del segundo torneo continental y lo logró mediante su repertorio de lucha habitual y con el aditamento de algo que faltaba en su lista de datos para la épica, ganar con gol en propia meta del rival que más recelos despertaba, Lukaku.

El arranque es para que el Sevilla se tiente la ropa, pues a los dos minutos, penalti y tarjeta para Diego Carlos. Lo ejecuta quien lo ha forzado, el ciclópeo Lukaku, y toca remar río arriba. Y como remar contracorriente no se le hace extraño al Sevilla, pues endereza la figura y levanta la cosa mediante esa batalla aérea que tanto rentabiliza. Será De Jong, el que con dos testarazos que combinan lo racial con el virtuosismo lleve la felicidad al bando blanco.

Pero la remontada tiene vida corta, ya que el Inter le administra la misma medicina en pelota parada que Godín cabecea a la red. Sólo ha durado dos minutos la alegría, pero nadie echa en saco roto que queda un mundo por delante, ni más ni menos que una hora de partido. Y cuando se llega al intermedio, las sensaciones son que aquello habrá de resolverse más por el error que por el mérito, pues las fuerzas están tan igualadas que nadie baja la guardia en momento alguno.

Pero en la segunda parte, el Sevilla parece mejor que el Inter, con Banega despidiéndose por la puerta grande. Bono salva los muebles una vez más a pies de Lukaku y una fantástica chilena de Diego Carlos la desvía el belga a la red. Koundé va salvar en la raya un balón que buscaba la red, pero ya galopa el crono para un Inter que ve cómo el Sevilla maneja el juego con solvencia. Y se acabó, sexta copa UEFA para el Sevilla, qué lejos y qué cerca queda ya aquel inicio en Eindhoven.