Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Vive Calila
Hace unos días nos contaron los nombres de famosos que están en la lista actualizada de los grandes morosos de Hacienda, un sonajero que bien agitado tiene dos o tres días de repercusión para un Gobierno necesitado de frentes mediáticos que no le afecten. Está muy bien que los administrados sepamos quiénes son los que hacen la vista gorda con el Fisco y se han acostumbrado a vivir como si nada, con total desfachatez, sin ponerse mínimamente colorados y sin ninguna alteración del sueño. Unos monstruos del desahogo. Podrían impartir un máster al respecto dirigido a todos los que fueron educados en sentir incomodidad por ir a pagar el café y encontrarse con que olvidaron la cartera en casa. Rostros conocidos al margen, llama la atención la de sociedades que suman años sin pagar, empresas que tienen dueños conocidos y de vidas enfocada en tiempos a las fatuidades. Aparecen, por ejemplo, la empresa de un antiguo rey mago de la cabalgata de Sevilla que debe casi cuatro millones de euros, la del párking de Chiclana que adeuda la friolera de diez millones de euros o la de un párking en la Costa Brava que debe más de un millón, la sociedad hotelera de Almería que debe ocho o la de Manilva a la que reclaman otros ocho, el infrautilizado aeropuerto privado de Ciudad Real con una losa de casi seis, el promotor cordobés que pasó como un prohombre hasta antes de la crisis económica que debe más de treinta...
La lista de los desahogos es una jaula con todo tipo de pájaros. Está el típico caradura que encima sigue dando lecciones al prójimo, el que vivió por encima de sus posibilidades en los años de las promociones de chalés inaugurados en baños sociales de Möet Chandón, el empresario que ha tenido que regresar a las playas familiares de Huelva y Cádiz y olvidarse de más cruceros por los mares de Croacia, el que después de dar un donativo generoso ingresó en una orden pseudo-nobiliaria con el correspondiente reportaje gráfico en un periódico local, la empresa que fue timbre de gloria de Andalucía y que sangra de forma estrepitosa con una cornada de Hacienda de varias trayectorias que interesa a la matriz y las filiales. Hay una España que se ha acostumbrado a vivir sin pagar, debe ser aquella que cuando se instauró el IVA creyó que directamente se ganaba más dinero porque se ingresaba más, o la del chiste tras el recordado anuncio del “Hacienda somos todos”, cuando alguien respondía:“Pues vamos a cerrarla”. Podemos denunciar la presión fiscal, como el torero que se encerró con seis toros y lamentó que las ganancias de tres eran para el Estado. Pero no podemos dejar de pagar. Y mucho menos ser un moroso vocacional y dar lecciones.
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