Trinidad Perdiguero

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La lotería de Itálica

Más de la mitad sigue sin ser excavada, pese a los esfuerzos por que sea Patrimonio Mundial

En el puente de diciembre, en uno de esos días en los que el turismo y la atracción por las luces navideñas hacen que en el centro de Sevilla sólo quepa dejarse llevar por las mareas, huí con la familia. No hizo falta irse muy lejos, a Santiponce, para pasar una deliciosa jornada entre las ruinas de Itálica, bajo el sol del invierno. Pudimos salir y regresar tras el almuerzo, porque el acceso es gratuito, aunque por poco tiempo: la Junta empezará a cobrar en 2020, como en otros monumentos y museos de su titularidad.

No era la primera vez que visitaba lo que en el siglo XIV se conocía como Sevilla la Vieja, cuando se fundó el Monasterio de San Isidoro del Campo, la otra joya de la zona. Pero esta vez lo hacía teniendo presente el trabajo que se está haciendo, con el impulso de Unión Cívica del Sur (Civisur), para que Itálica sea Patrimonio Mundial de la Unesco. Y las sensaciones fueron contradictorias.

Por un lado, uno sale convencido -si cabe alguna duda- del valor de la primera ciudad fundada por el imperio fuera de la Península Itálica, su significado, su calidad constructiva, la acústica del teatro y el anfiteatro, que resistió a las detonaciones de las que fue objeto para sacar material para la carretera de Extremadura; impresionan los detalles de los nuevos mosaicos que pueden verse in situ, aunque a la intemperie. Pero, por otro lado, se toma conciencia del trabajo que queda para sacar a la luz todo lo que guarda la cuna de Trajano y Adriano.

Desde las gradas metálicas instaladas para tener perspectiva de las Termas, pueden observarse las manzanas que siguen cubiertas por hierba y olivos -lo que las preservó del expolio- dentro del perímetro del monumento nacional. Es más de la mitad, al margen de los vestigios más antiguos que están bajo las casas de Santiponce, que se refundó en esta zona en el siglo XVII tras ser destruido por el Guadalquivir en su anterior ubicación. En lo alto de la colina, el Cementerio ocupa el espacio del Traineum, el gran templo que Adriano dedicó a Trajano, que coronaba el espacio.

Días después leí que los presupuestos de la Junta sólo recogen como inversión 75.000 euros para mejora de áreas descanso de visitantes, con lo que la revelación, en el sentido literal del término, de toda la ciudad que se oculta no será inminente. Los propios trabajadores de Itálica lamentan que en décadas sólo se hayan visto excavaciones en mayo y junio, coincidiendo con las prácticas de los estudiantes universitarios.

Ojalá que los ingresos por entradas sirvan para mejorar la gestión y las intervenciones en Itálica, que el empeño de Civisur -con sus conferencias y el esfuerzo por visibilizarla- sean un revulsivo para que quienes la tenemos tan cerca la valoremos y contribuyamos a ello, como lo intentan el Ayuntamiento y la Asociación de Amigos del Monasterio de San Isidoro del Campo-Centuria Romana a nivel local, con la ayuda imprevista de Juego de Tronos. Porque, a tenor de los recursos para invertir en patrimonio arqueológico con los que se cuenta, parece que la oportunidad se perdió al no comprar para Itálica la Lotería de Navidad que tocó en 2006 en su Ventorrillo Canario.

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