DURANTE el mes pasado dos artículos de Antonio Burgos han suscitado una especial polémica. En uno decía que las dirigentes del partido separatista catalán CUP son feas y, en el otro, que el radical Pablo Iglesias cuando fue al Palacio de la Zarzuela, iba vestido como el camarero de Casa Manolo, con camisa blanca remangada. En suma, valiente y formalista, denunciaba el culto al feísmo y a un estudiado e irrespetuoso desaliño. El líder de Podemos saltó con su demagogia habitual: se declaró orgulloso de parecer camarero y reivindicaba la dignidad de esta profesión de bandeja y barra. También podría haber ido en pijama como si fuera un enfermo, solidario con todos los pacientes de sistema sanitario. Público, por supuesto. Previamente, las lideresas independentistas tacharon al escritor sevillano de machista por discriminar a las mujeres por su físico.
Las redes sociales, en las que abundan los seguidores de los partidos antisistema, aumentaron el tono de estas críticas como una inquisición laica. Venían a pedir que el gran articulista andaluz fuera quemado en la hoguera pública de internet. En realidad, llegan a coartar la libertad de expresión y el derecho de opinión colgando el sambenito de reaccionario al disidente o hereje de su credo fundamentalista.
Las separatistas, con sarcasmo y mucho malaje, se califican, además, como "putas... y malfolladas". Revelación que, tomada al pie de la letra, implica corrupción, desprecio y sexismo. Como "diputadas" tendrían que pedir permiso para compatibilizar su trabajo con el de buscona. También deberían declarar a Hacienda ese sobresueldo. Con la crisis, hasta las rameras más feas tienen su clientela. Supone una burla de las pobres prostitutas que no tienen otro medio de vida. Y para colmo dejan a sus parejas como pasivas en la cama. Ignoro si por vagancia o por falta de excitación.
Cualquier televidente de los Juegos Olímpicos podría afirmar que los únicos que saben nadar son los blancos. Esta frase no parece que discrimine a los negros, que por tierra corren que se las pelan. Pero estos inquisidores tan literalistas seguro que, en su fanatismo, estiman que es una expresión racista. Las nada agraciadas mandamases de la CUP lo mismo terminarían proclamando que ellas, además, son negras y no saben nadar. Esta semana Iglesias fue de negro a ver al Rey. Me temo que la próxima vez irá en bañador.
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