La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
En España no se marcha nadie de un cargo salvo casos muy específicos que se corresponden con asuntos de alta sensibilidad, de esos que generan debates que no admiten matices (cosa muy ibérica). La presunción de inocencia se sirve como la carne: a gusto del interesado. Pero hay casos en que resulta muy difícil digerir que no ocurra nada. Esto solo se puede comprender con una democracia entre viciada y decadente. Pueden morir más de 200 seres inocentes en Valencia que no pasa absolutamente nada. Ahí sigue el presidente valenciano en lo alto del machito y con el paraguas abierto a la espera de que escampe. Feijóo se lo traga como Zipi y Zape se tomaban el aceite de ricino en los tebeos ochenteros: con la nariz tapada y la mueca de asco. Valencia es una anormalidad para el PP, son los pies de barro de Génova, es el talón de Aquiles de un partido que tendría que estar con las espaldas cubiertas para escrutar, vigilar y fiscalizar al Gobierno más débil de la historia de la democracia. Mazón es el flanco débil, el punto más vulnerable de un partido con una enorme concentración de poder autonómico. Mazón es como los invitados y la pesca, que al tercer día apestan. Los unos y la otra. Y suma ya seis meses. En España se nos cae el sistema eléctrico con graves consecuencias, pero la señora que preside Red Eléctrica tarda tres días en comparecer. ¡Tres jornadas, oiga! El presidente del Gobierno sale tarde y mal. Vuelve a comparecer por segunda vez y arremete contras las operadoras privadas. ¿Pero no estaba todo a la espera de una profunda investigación? ¿Por qué esa manía de dividir entre lo bueno y lo malo, lo público y lo privado, las universidades para hijos de obreros y para niños pijos, los señores de los puros de Madrid, los que viajan en Maserati y otras estulticias que promueven la discordia?
Sánchez ha perdido una oportunidad para destacar la parte positiva de la crisis al margen de la necesaria depuración de responsabilidades, en la que tenemos muy pocas esperanzas. Podría haberse ceñido a anunciar la investigación y alabar el comportamiento de la inmensa mayoría de españoles. No ha habido pillajes, la gente volvió a su casa con serenidad, el tráfico no presentó graves problemas pese a los semáforos apagados, las relaciones con las comunidades autónomas fueron fluidas y la luz comenzó a volver poco a poco en algunas zonas a las tres horas del apagón. Las estaciones ferroviarias fueron nuevamente el perro flaco y se ha tardado demasiado en reactivar los trenes. Sánchez pudo haber pronunciado un discurso razonablemente optimista. Cuando se tira al ruedo y señala culpables con tanta ligereza es cuando uno recuerda que el presidente es el ciudadano mejor informado de España. Dejó el buen estilo al margen y activó... La máquina del fango. Si Mazón no se marcha, aquí no dimite ya nadie. El sanchismo y Mazón dan manga ancha a una clase política que sabe que, llegado el caso, basta con aguantar, que pase el tiempo y que expire un volcán, comience el cónclave o haya un sonado triunfo deportivo.
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