CAMINA el Betis hacia un despeñadero ciertamente inquietante. Llegan futbolistas y más futbolistas que apenas empataron con alguien y se van otros que tienen, o tenían, su pedigrí. Es una forma de que el Betis, este maltratado Betis, sea cada día más de Segunda. Dicen que se desprende de las fichas más onerosas para que en octubre haya dinero con el que hacer frente a los pagarés loperianos, pero más que desprenderse de futbolistas de alto standing, lo que se está haciendo es una especie de liquidación por derribo regalándolos prácticamente, ya que se van por muchísimo menos de lo que costaron.

A la misma vez hay quien achaca este disparate a la oposición, a esos béticos que no salen de un disgusto cuando se meten en otro y que viven sin vivir en sí mismos, acongojados por la congoja que significa ver cómo desintegran al por siempre Real Betis Balompié. No es concebible que aún haya béticos que recuerden positivamente a Lopera, el mayor genocida en la historia del Betis. Ser loperista y querer al Betis no parece compatible, mayormente por cómo ha dejado el club tras haberlo cogido dieciocho años atrás libre de polvo y de deudas, totalmente a cero, igualito, igualito que el resto de clubes que fueron convertidos en sociedades anónimas deportivas.

Cómo se vivirá en la tierra quemada en que han convertido al Betis que Sergio García se va al Espanyol cobrando la mitad de lo que percibía en el Betis. Más claro, sólo el agua. Paralelamente, el poco dato para la tranquilidad viene por el trabajo de campo que está haciendo Pepe Mel. Por ahí sí funcionan las cosas, pero tampoco podrá hacer milagros cuando están descapitalizando el plantel. El panorama es aterrador, sobre todo en el apartado económico. Dicen que no habrá dinero ni para la luz, lo que quiere decir que el panorama está ideal para que se reclame la vuelta de Lopera, el único y verdadero autor de esa masacre que ha masacrado al Real Betis Balompié.