El papel mojado del currículum

Es mejor no meter la pata en las redes sociales que haber pasado uno o dos cursos en unas aulas de Irlanda

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Una fragata de la Armada Española
Una fragata de la Armada Española / M. G.

26 de julio 2025 - 04:00

Las mentiras en un currículum revelan dos problemas: la condición de embustero y la de acomplejado. La política activa no exige ningún estudio, ni la demostración de ningún mérito. Ahí está una de las grandes características del sistema. Bastaría con ser buenos y honrados gestores. Que no es poco. Y lo es todo. Otra cosa son las tragaderas que puedan necesitar quienes aspiran a entrar en una lista electoral y se someten a los juicios de los respectivos aparatos políticos. La mentira en un currículum es absurda, vergonzosa y un acto marcado por la torpeza. El currículum cada vez aporta menos, según nos explicaron hace poco tiempo en el departamento de selección de personal de una multinacional. Se dan por hecho los títulos universitarios y el manejo de un par de idiomas. Se buscan profesionales con valores hoy poco frecuentes: disciplina, sacrificio, habilidad para trabajar en equipo, autonomía y un criterio propio en el marco de responsabilidad de la empresa. Se rastrean las redes sociales. Si el aspirante tiene familia, se escruta qué relación tiene con sus parientes, sobre todo si hay padres de avanzada edad. Puntúan muy bajo los perfiles egoístas que solo hacen la visita a sus progenitores para tomar la foto y subirla a Instagram. Este criterio nunca se reconocerá públicamente, pero se aplica. Curiosamente se trata de una multinacional que no deja de fichar a oficiales de la Armada. Ofrece buenos salarios y mejores condiciones de trabajo.

Las grandes compañías privadas necesitan de disciplina y capacidad de organización, valores que no se encuentran fácilmente en unas nuevas hornadas a las que se reprocha una crianza en la comodidad, la titulitis de pomposas universidades privadas y el maquillaje de estudios especializados que se cursan a la espera de un trabajo. Los estudios en Irlanda dejaron de ser una medalla de la que presumir, una muestra de supuesta excelencia. Los títulos, como el carnet de conducir, se dan por hecho. Más vale una buena actitud de trabajo, atesorar los valores de toda la vida y unos perfiles de redes sociales presentables, con contenidos que no resten. La gran mayoría fracasa en una selección de personal por las estulticias publicadas en las redes, pero no se enteran nunca de la causa. Nadie avisa de ese peligro. Un alto militar del Ejército explicó en su día: “Las multinacionales fichan a militares por su preparación pero también por valores como el compañerismo, la disciplina y el espíritu de equipo”. Eso no figura en un currículum. Ni se enseña en universidades de pago. Se trae de casa y se perfila con la suerte de haber tenido, al menos, un par de buenos profesores en la vida, de esos duros y exigentes que marcan para siempre y saben sacar la mejor versión del alumno.

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