¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La revolución del pesebre
Tras el admirable naranjo, que alegra con sus verdes y sus tempranos azahares todos los rincones, el el paraíso o cinamomo -Melia azedarach- invade con sus flores lilas de intenso perfume los aires abrileños de Sevilla. Este árbol exhibe orgulloso una amplia copa aparasolada y despliega numerosos racimos de frutos anaranjados que quedan prendidos de las ramas durante el invierno, atrayendo a aves dispares que los consumen con deleite. Desde tiempo inmemorial, sus sagradas semillas son usadas por monjes para la confección de rosarios, de donde procede el apelativo de árbol santo, siendo también engarzadas en collares y otros abalorios de arte profano. Ofrece amplios favores ornamentales, medicinales y tintóreos, con una madera marrón rojiza muy semejante a la caoba, con la cual comparte la misma familia botánica, siendo utilizada en ebanistería y artesanía popular.
"La cuna en que nuestra madre / nos mece en la edad primera,/ la lumbre de los hogares/ de las risueñas aldeas,/ el techo que nos cobija,/ los muebles que nos rodean,/ las flores que nos perfuman,/ los frutos que nos sustentan,/ los libros en que estudiamos/ y el arca en que nos entierran;/ son producto de los árboles / que veis crecer por doquiera" (Cristino Gasón).
Originario de la India y otros países asiáticos, sería introducido en la península ibérica en período islámico y, así, en el Libro de Agricultura de Ibn al-Awwan, escrito en la Ishbiliya almohade del siglo XII y que constituye su primera referencia escrita, se recomienda la plantación junto con parras en las inmediaciones de pozos y norias de tiro para dar sombra a la bestia, a la rueda y al hombre. Asimismo, se insta en el tratado a realizar cocimientos de sus frutos para combatir parásitos o emplazarlos cerca de fuentes y cursos de agua para proporcionar sombra abundante en parajes de sesteo, recogimiento y meditación. Esta última tradición se revela a través de la denominada Fuente del Cinamomo, que se encuentra en el Patio de los Naranjos de la mezquita-catedral cordobesa, pues se narra que el nombre de esta pequeña pero bella fontana, construida en el siglo XVIII sobre un antiguo pilar, se debe a la remota presencia de un paraíso en el lugar.
Los violetas pálidos y el aroma embriagador de los paraísos abriendo la primavera sevillana mantienen en la memoria el espíritu seductor y mágico de la suntuosa y sensual urbe andalusí, con el tintineo de sus fuentes, el colorido de los jardines, la enervante fragancia floral y las melodías de pájaros cantores bajo un limpio cielo azul.
"El cinamomo florece/ delante de tu postigo:/ cada flor que desfallece/ muere de soñar contigo. / Las hojas verdes que veo / caídas junto a tu paso,/ llamadas por tu deseo / van a buscar tu regazo./ ¡Señora!, si yo pudiese/ ser el cinamomo amigo,/ flor violeta que crece / delante de tu postigo: / verías, tal vez, ¡ay!, cómo/ suspiran en noche calma / las flores del cinamomo / de que está llena mi alma!"(Alfonso de Guimaraes).
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