Cambio de sentido

Con el paso cambiado

Tiene su punto (sádico) contemplar a las fuerzas políticas improvisando los pasos del nuevo baile

Nada hay como el fracaso coreográfico”, me previno aquel muchacho con trazas de torpe mientras me sacaba a bailar. He pensado en esa frase desde que Pedro Sánchez, en un giro de guion de los que enganchan, nos mandó a todos a votar. En aquella frase y en la Teoría de la Complejidad, en la sistémica clásica y en estudios así, que me encantan porque, aunque son complicados, una siente que podría entenderlos si Edgar Morin me los explicara en un bar usando dos vasos, los picos de pan y el servilletero. El anuncio de que el fin de los tiempos de la XIV Legislatura se aproxima –¡arrepentíos!– ha hecho temblar todas las piezas del tablero político. Es como el juego de la Jenga, en el que tienes que sacar una pieza sin que se caiga la torre, pero al revés. Se trataba de dar con la tecla que lo conmueva todo.

Desde el anuncio del presidente del Gobierno, todo se ha precipitado hacia lo imprevisible. Cada elemento del juego político de desordena con tal de recolocarse, sucumbe a los principios de la termodinámica y la neguentropía, se contrae y dilata, se disloca, se acelera en metamorfosis precoz. Comienza el baile: Arrimadas se retira (disculpen el juego de palabras), Ciudadanos se evapora, Díaz piensa en cómo multiplicar para Sumar. Belarra y Montero se pegan a la pared; Garzón da un paso atrás; Olona, dos adelante con taconcitos bicolores, por ver si le echan cuentas. Se truecan las tornas, se tornan las tuercas. A Feijóo, un día le parece fetén el adelanto y al otro dice que a quién se le ocurre convocar en julio (se le ocurrió a él, antes que a Sánchez, en Galicia). Hay quien no sabe si tomar criado o ponerse a servir. A los de Vox, que ya estaban golosineando el pastel de los acuerdos, los dejan en llamada en espera. Como a la presidencia europea; la comparecencia se retrasa. Elementos –y elementas– incrustados en la silla han acabado por caerse, otros se aferran, otros resucitan, otros van en sentido contrario y, todos, a carajo sacao y con el paso cambiado. A toda vela, toman posiciones y embarran sus argumentarios (agárrense, que vienen semanas chusqueras, el método Ayuso parece contagioso). Mas tiene su punto (sádico) contemplarlos así, como a la señora de aquel vídeo archifamoso –búsquenlo– en que un tal Fabián y un tal Pichirica destrozan una canción mientras ella, maravillosa, danza afanadamente, pero a contramano. Muy conforme con el argumento de aquel tipo que me convenció para salir a bailar: nada hay como el fracaso coreográfico. ¡Conga!

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