La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
Planteaba la pasada semana el arduo porvenir de nuestro sistema de pensiones. Quiero hoy, además de aludir brevemente a las líneas en estudio que buscan su estabilidad, referirme en concreto a una, poco citada, que podría tener cierta eficacia.
De lo primero, menciónense las decisiones sobre el alargamiento de la edad de jubilación, el camino fácil de aumentar las cuotas de los trabajadores a la Seguridad Social, la concurrencia de estar jubilado y poder trabajar, la reducción de la tasa de sustitución, el fomento de sistemas privados de ahorro compatibles con la pensión pública o la ruptura, con un altísimo coste político, de la vinculación del aumento de las pensiones a la tasa de inflación.
Pero, junto a estos caminos sabidos, está surgiendo una vía que plantea, como objetivo de la política económica, el fomento de la natalidad. En tal sentido, determinada literatura especializada (Boldrin y Montes, 2005) ha demostrado que, en un mundo sin crédito para financiar la inversión en capital humano, utilizar, para ello, los sistemas de pensiones de reparto, permite alcanzar la eficiencia. Otros autores (Conde-Ruiz, Giménez y Pérez-Nievas, 2010), en sentido similar, encuentran que no sólo resulta necesario ligar las pensiones a la inversión en educación, sino también al número de hijos. O, dicho de otro modo, a más hijos, pensiones más altas. De hecho, aunque parcialmente, ya se ha aplicado esa pauta, y con notable éxito, en Italia. Y tampoco dista mucho de su fundamento (aunque en teoría se ocupe de la brecha de género) el complemento que se paga a los pensionistas en España, tanto a mujeres como a hombres, según el número de hijos.
En mi opinión debería ahondarse en esa tesis. Pudiera pensarse que la medida es regresiva, ya que a mayor renta, mayor número de hijos. Pero al concurrir otros requisitos de devengo y al existir una pensión máxima, beneficiaría sobre todo a los trabajadores que no han podido cotizar lo suficiente. Sea como fuere, resulta atractiva una política que, al tiempo, atiende problemas como el de la natalidad y el de las pensiones.
Todas estas opciones son políticas pero también matemáticas. Hay lo que hay. Por eso, informar a la juventud y alcanzar un amplio consenso sobre qué hacer mañana es ya una tarea tan compleja como dramáticamente urgente.
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