Menos partidos, más Clásicos que ahora, naturalmente asimétrico el calendario y, como colofón pintoresco, con partidos en campo neutral. Las insufribles calores de este adelanto canicular han debido reblandecer las meninges de Luis Rubiales, pues de otra forma sería incomprensible que eso saliese de la sustancia gris de uno de los hombres que han de velar por la buena marcha de un juguete tan redondo como es el fútbol.

Si lo de considerar como natural el carácter asimétrico del calendario actual ya resulta chocante, que el presidente de la Real Federación Española pretenda alejar a los clubes del calor de sus fieles resulta de todo tipo inadmisible. En condiciones normales se hubiera considerado atroz, ahora que el aficionado piafa sólo con pensar que dentro de un mes ya podrá acudir a su localidad, alejar al hincha de su religión futbolística no encuentra por dónde cogerlo.

Ya pasa el cliente por esa asimetría que juega en contra de tener el calendario en la cabeza. Lo de hilar jornada a jornada bajo la nemotecnia de saber que Fulano coge al rival que deja Mengano ha pasado a formar parte del arcano donde se guarda gran parte del pasado. Desde hace un par de años tenemos ese calendario hecho con bolas calientes por lo que el Clásico y algún que otro derbi se sirven a la carta, pero no a la del hincha, que se encuentra con un calendario críptico.

Claro que lo peor que ha salido de la calenturienta sesera del presidente es lo de la neutralidad que un día ya intentó implantar Tebas. Eso de que haya partidos de gran calado que se jueguen en terreno neutral va contra la propia esencia del fútbol. El fútbol, como se ha demostrado en esta anomalía de estadios cerrados, necesita del calor ambiental y que el hincha se reencuentre cada quince días con su equipo, ese querido e innegociable equipo sin el que nada cobra sentido.