La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sánchez entra en los templos cuando quiere
En la Baja Edad Media y hasta comienzos de la Edad Moderna, en las ciudades castellanas como Sevilla, la catedral era el centro neurálgico alrededor del cual giraba toda la actividad administrativa, religiosa y social de la villa. Los mercados se solían situar en las plazas de mayor entidad, en zonas muy cercanas al conjunto catedralicio. Agricultores, artesanos, ganaderos, comerciantes y pobladores acudían a esos recintos porticados para realizar sus transacciones en moneda o especies. Paulatinamente, estas lonjas se fueron habilitando para otros menesteres adicionales y así, en la de Sevilla, denominada Plaza de San Francisco, tenían lugar juegos de cañas, de toros y autos de fe inquisitoriales.
El cabildo municipal hispalense residía antaño en el Corral de los Olmos, en la actual Plaza Virgen de los Reyes, adyacente a la Catedral. Con el discurrir de los tiempos, el epicentro civil fue desviándose hacia la plaza mayor y así el nuevo Consistorio del siglo XVI se construyó entre la Plaza de San Francisco y el espacio ocupado por el convento matriz franciscano, desamortizado y derribado en el siglo XIX, del cual solo permanecen en la actualidad la capilla de San Onofre y el "arquillo" adosado al Ayuntamiento. Esta nueva extensión abierta, llamada Plaza Nueva, rescató de forma progresiva el alma inherente a la antigua plaza mayor.
Ya en el siglo XXI, asistimos a un trasvase poblacional y de acontecimientos lúdicos desde la Plaza Nueva hasta la Plaza de la Encarnación, donde se ubica el complejo arquitectónico llamado vulgarmente las setas, continuando la separación gradual entre el centro laico y el eclesiástico. He de decir que este floreciente germen de la actividad social, más visitado incluso que la Catedral, lo encuentro algo desvirtuado y fuera de lo que debería ser una preservación adecuada del acervo patrimonial histórico-artístico de la capital. No concibo el centro de Florencia, Salamanca, Segovia, Santiago de Compostela o Córdoba con semejante implantación. No es descabellado integrar y armonizar lo antiguo y lo moderno, lo clásico y lo transgresor, lo mágico y lo volátil, aunque considero sorprendente que una ciudad como Sevilla, a pesar de su carácter ecléctico, pueda digerir este elemento discordante sobre el antiguo foro romano latente en sus entrañas, colindante con la Iglesia de la Anunciación y en pleno meollo del casco viejo. En su rellano se puede leer Plaza Mayor, tal vez en aras de embelesar al visitante, pero suscitando un desaire a las propias esencias de muchos sevillanos con sentimiento añejo y apego a su urbe. Siguiendo este proceso evolutivo, podría acontecer en un futuro el traslado del poder civil a las setas, permitiendo al cabildante otear desde su mirador la amalgama de referencias eternas de nuestra metrópoli...
También te puede interesar
Lo último