Polarización y Monarquía

08 de septiembre 2025 - 03:10

Aziz Z. Huq, conocido teórico de la crisis del constitucionalismo, ha escrito un largo trabajo para la Harvard Law Review, sobre la inmunidad que la Corte Suprema ha garantizado a Trump. En él desliza una reflexión sobre los intangibles de una institución anatemizada en los USA: la Monarquía Parlamentaria. Para ello, recuerda Huq cómo Boris Johnson, tras salvar con una parca mayoría una cuestión de confianza dentro del partido conservador, se planteó disolver la Cámara de los Comunes y convocar elecciones, para evitar así una probable moción de censura que pondría fin a su mandato. Esto no sólo implicaba romper con una convención constitucional sino también someter al parlamentarismo inglés a la exigencias emocionales del populismo. Boris Johnson finalmente dimitió y, según ha trascendido, lo hizo convencido de que, en el caso de haber solicitado cita para que la reina Isabel disolviera la cámara –sólo ella puede hacerlo– lo más probable es que ésta no hubiera estado disponible ese día. Aziz Z. Huq no esconde su envidia al comparar el vasallaje de la Corte Suprema al presidente Trump, con la sutileza de la Corona inglesa a la hora de conservar su constitución no escrita.

El rey Felipe ha presidido la inauguración del año judicial. No es extraño que este acto refleje nuestras penosidades. Sin ir más lejos, durante años la apertura se ha producido con un CGPJ deslegitimado, gracias a la mezquindad de nuestros partidos de gobierno y a la inoperatividad del Parlamento. En todo caso, el hecho de que el fiscal general se encuentre procesado y las recientes valoraciones públicas del presidente del Gobierno respecto a los jueces, otorgaban al acto una especial dificultad, hasta el punto de que se podía temer que la mínima normalidad institucional no se viera satisfecha. Que dicha normalidad se haya producido, casi contra pronóstico, tiene mucho que ver con que nuestra forma política sea la monarquía parlamentaria. Se equivoca el ausentado líder de la oposición al sugerir que en ese acto se “sometía al Rey a un choque institucional sin precedentes”. Es al revés, el Rey, en el escrupuloso ejercicio de sus funciones, integra los conflictos institucionales y no se somete a ellos. Ese es el gran valor de la monarquía parlamentaria en un contexto de polarización política. Y es por eso por lo que la Corona, desde su neutralidad constitucional, está llamada a incomodar tanto a los narcisistas revolucionarios como, sobre todo, al macizo de la raza.

stats