Profecía novelada

21 de julio 2025 - 03:08

Es comprensible que se haya mitificado la Barcelona de los pasados años sesenta y setenta con el justificado fin de resaltar el contraste entre el brillo de entonces y su mortecina actualidad. Pues debe reconocerse que aquella ciudad tuvo dos o tres décadas de prodigioso encanto con sus ilusiones puestas en los libros y las artes. No sólo porque hubo media docena de excelentes editoriales que, cargadas de intuición, supieron acoger en sus catálogos a los escritores que ofrecían, desde el resto de España, las exigencias de una nueva oleada de lectores. Lectores que querían prepararse para la sociedad democrática y libre que se avecinaba. Además, en aquella Barcelona –anterior al hundimiento del Titanic, en ajustada metáfora de Félix de Azúa–, junto a editores dotados de un buen olfato (supieron fundir lo ideológico y necesario, con lo rentable), también surgió una rica gama de escritores. Como cabía esperar, las obras de los que escribieron en castellano ya no son fáciles de encontrar. Han sufrido la característica exclusión, marca señera del nacionalismo catalán. Pero en estas líneas se quiere recuperar uno de aquellos nombres, a Juan Marsé, aunque no precisamente por los muchos valores literarios que sus novelas encerraban, sino para resaltar la perspicacia testimonial exhibida en una de ellas, Últimas tardes con Teresa. Un testimonio casi profético –del que quizás ni el propio Marsé fue consciente– ya que, al narrar los rasgos y comportamientos de sus dos protagonistas, Teresa y el Pijoaparte, ya estaban ahí anunciados, en ciernes, las claves que movilizarán a los actuales protagonistas del separatismo catalán. Por una parte, Teresa, tan falsamente progre y paternal, fascinada, durante unos días, por el falso izquierdismo del Pijoaparte, el charnego ambicioso que sólo quiere trepar, suspirando por ser aceptado por una burguesía catalana que, con su riqueza, además de explotarlo, lo deslumbra. Una burguesía muy bien encarnada gracias los ambiguos vaivenes de Teresa. Sólo falta la varita mágica y corruptora del clan de los Pujol para iluminar el escenario que acechaba. Tiene otros méritos literarios la mencionada novela, pero con otros nombres, Juan Marsé se anticipó como perspicaz cronista a las causas de acabaron apagando aquella radiante ciudad.

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