El profesor Macarro, escuela de libertad

El profesor Macarro.
El profesor Macarro.

16 de diciembre 2025 - 05:30

BUEN fin de semana me he pegado leyendo este inesperado regalo de la actualidad editorial sevillana: El mundo y mis historias desde los alrededores de la Catedral de Sevilla (Renacimiento), del profesor José Manuel Macarro Vera, genio y figura de aquel Departamento de Historia Contemporánea de mi, ay, cada vez más lejana juventud. De don José Manuel Macarro ya hemos elogiado alguna vez su buen sentido del humor y jovialidad, su fina ironía, su corrección en el vestir, su amplio conocimiento de la literatura política de la contemporaneidad, su pasión por el debate y la confrontación de ideas... Es decir, su condición de universitario en el más noble sentido de la palabra. Pasaba las páginas de El mundo y mis historias y era como volver a sentarme en la destartalada Aula Magna de Historia y escuchar su verbo torrencial, siempre mezclando reflexiones de alto copete con sus experiencias personales. Don José Manuel había sido muchas cosas: niño acomodado y franquista, joven socialista, diputado en Cortes, converso popperiano y, finalmente, liberal de la más pura tradición española. Fue un profesor que enseñó a pensar a sus alumnos y, sobre todo, a poner en cuestión sus propias creencias y convicciones. Es decir, fue un maestro de libertad. Su método era sencillo: a partir de textos de pensadores y personajes históricos (su admirado Popper, Weber, Marx, Mao, Mussolini, Tocqueville, etcétera) entablaba un diálogo con los estudiantes que no tenía que ir necesariamente a ninguna parte, pero que siempre sembraba en nuestras cabezas una semilla de emancipación intelectual. Cada uno podía decir lo que le viniese en gana y las dos únicas exigencias eran el rigor y el respeto. Y si la intervención se hacía con donaire, pues mejor. Pura escuela. Como él mismo reconoce en el libro, se inspiraba en una frase de Weber: “La primera tarea de un profesor es la de enseñar a sus alumnos a aceptar los hechos incómodos; quiero decir, aquellos que resultan incómodos para la corriente de opinión que los alumnos en cuestión comparten, y para todas las corrientes de opinión, incluida la mía propia, existen hechos incómodos”. Don José Manuel no pretendía cambiar la manera de pensar de nadie, solo quería que lo hiciésemos con libertad; quería, incluso, que fuésemos libres de nosotros mismos. Hay un momento del libro en el que el autor se pregunta con un punto de angustia: “¿conseguí ser fiel a este modelo?” Sí lo consiguió, profesor. Sus clases fueron una auténtica escuela de libertad, un momento emancipador, y por ello muchos de sus alumnos siempre le estaremos agradecidos.

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