¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El profesor Macarro, escuela de libertad
El espectáculo audiovisual que el Ayuntamiento de Sevilla se ve obligado a ofrecer en los días de pascua navideña, como ocurre en todas las grandes ciudades, cuesta este año dos euros por persona. El primer año fue gratuito. El personal hizo como con las consultas de SAS: dejar tiradas las localidades sin previo aviso. Una vergüenza colectiva. El segundo año de Sanz se pusieron a la venta al precio simbólico de un euro, una decisión que elogiamos públicamente. Y este año, terceras pascuas del gobierno local con mayoría simple, se cobra a dos euros. La tarifa mantiene el carácter simbólico. De momento se han vendido el 40% de los asientos para disfrutar de un espectáculo centrado en el río. Cada función cuenta con 1.842 localidades (1.812 más 30 para personas con movilidad reducida). Un total de 128.940 entradas están ya disponibles para el público. Acierta de nuevo el equipo de gobierno al cobrar, pues no se valora aquello que no cuenta, como no se quiere aquello que no se conoce. La verdad es que los ayuntamiento se podrían limitar a poner las luces en las calles, un Belén y poco más, pero vivimos (sufrimos) la celebración de las fiestas con cargo a las arcas públicas de una forma desenfrenada. El villancico laico de Mariah Carey, los alcaldes fatuos como el de Vigo y las películas navideñas de la tarde de los domingos han hecho mucha pupa. Aceptamos el papel del Ayuntamiento como impulsor de un concepto consumista de las fiestas que, al menos este año, incluye un Belén XXL en San Telmo, donde mora el Baltasar del Ateneo (que te veo).
Sanz ha presentado en el Muelle de la Sal el espectáculo de este año. Está protagonizado por unos beduinos que han perdido los regalos y que han extraviado nada menos que el oro, el incienso y la mirra. A partir de ahí, no adelantamos el final de una historia en la que se incluyen algunos personajes con calzador. Veremos si con la subida a dos euros se logra completar el aforo como en los dos años anteriores. Nunca se olvide que la tiesa Sevilla no llena la plaza de toros, y no tiene capacidad para mantener comercios de alta gama (fíjense que la tienda de Loewe de la Plaza Nueva es casi simbólica), ni para mantener una cifra de restaurantes en proporción a sus casi 700.000 habitantes y al flujo masivo de turistas (que llegan en vuelos de bajo coste). No se olvide el escrache digital que le montaron al tabernero que quiso ser presidente de la patronal por destacar en una entrevista el precio tan barato al que se despacha una cerveza. Seguro que este año habrá entradas disponibles para el espectáculo hasta última hora. Dos euros, un gran acierto. Todo lo que es gratis no se valora. Y encima se da por hecho y se exige.
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