Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Qué bostezo
ES llamativo que el PSOE, un partido que ha hecho de la “memoria histórica” la cabra que va en la vanguardia de sus desfiles, tenga tanta capacidad de olvido para sucesos muy recientes. Y no nos referimos esta vez al pasado terrorista o golpista de varios de sus socios de progreso, sino a la vida y milagros de algunos de sus dirigentes más destacados. Nos referimos, como el lector habrá ya adivinado, a sus dos secretarios de organización, Santos Cerdán y José Luis Ábalos. Centrémonos en el segundo, el hombre de moda esta semana por ser el primer diputado en ingresar en prisión en la historia de la Restauración del 75. Nada más saber de la decisión del juez de mandar a Ábalos a la cárcel, el PSOE se apresuró a afirmar que ya hacía 20 meses que lo había expulsado. El problema, claro está, es que las presuntas fechorías de su ex secretario de Organización y hombre de confianza de Sánchez no se cometieron en estos últimos 20 meses, sino durante el periodo en el que fue aupado a los cielos por el Partido Socialista. Y eso no se puede rectificar, porque una de las principales características del pasado (más allá de especulaciones físicas como los universos paralelos o la retrocausalidad) es su inalterabilidad. Es decir, que el PSOE y Sánchez hicieron bien en echar a Ábalos, pero eso no les exonera de su responsabilidad de haber permitido que un personaje de esta calaña formase parte del Gobierno de España y de la cúpula de un partido sistémico.
Lo sorprendente del PSOE (y de la izquierda en general) es que ha decidido quemarse en la pira de Sánchez, un líder que llegó a la presidencia del Gobierno con el estandarte de la lucha contra la corrupción y que va a salir de él acosado por los mismos perros que Rajoy. Hasta ahora siempre se ha manejado el lugar común de que la derecha era más comprensiva que la izquierda con la corrupción de sus líderes, pero el caso Ábalos-Cerdán nos demuestra que dicha afirmación es una falacia. Si el PSOE y sus apoyos fuesen tan firmes ante las corruptelas ya habrían exigido a Pedro Sánchez su dimisión hace tiempo. Pero nadie, ni los más iluminados por el leninismo de Belarra, exige responsabilidades al presidente. Nunca se vio a unos políticos agarrarse con más fuerza a la poltrona. Cosas de la plurinacionalidad, supongo.
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