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Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Cualquiera no puede ser camarero

Urge prestigiar el oficio por la vía de la formación, cuidar el sector servicios del que, nos guste más o menos, vivimos

Documentación sobre la antigua escuela de hostelería

Documentación sobre la antigua escuela de hostelería / M. G. (Sevilla)

En el país del turismo de sol y playa faltan camareros. En la región que hiperdepende del sector servicios no hay personal para servir. La mano de obra sudamericana se marchó con la crisis económica-financiera de 2008 y no ha regresado. El gran problema de la falta de empleados para la hostelería es un buen reflejo de la sociedad actual. No hay una sola causa. Es cierto que puede haber muchos casos de explotación, salarios bajos y, por supuesto, pagos en negro.

Muchos conocemos el caso del célebre tabernero andaluz al que unos clientes advirtieron con estupor de la presencia de una cucaracha itinerante desde la cocina a la barra. El hombre le pegó una patada hacia el interior y la devolvió a la cocina: “No se preocupen que la tengo dada de alta”. La hostelería es muy sacrificada y resulta que no vivimos precisamente en una sociedad donde se valore el sacrificio, sino el pelotazo, la ganancia rápida y ese concepto tan peligroso como la “calidad de vida”.

No olvidemos, además, que se han metido a hosteleros gente que no conoce el oficio. O que si lo conoce es por tener un bar de copas con el que han hecho caja y quieren dar el salto al restaurante. El espíritu de superación y no digamos el de emprendimiento son loables, pero nunca sin la formación debida. Cualquier no puede ser camarero por mucho que en tiempos la hostelería fuera el refugio de gente que no podía desempeñar otra ocupación, o estuvieran directamente pasados de copas en aquellos años en que se bebía casi más de la barra hacia dentro que hacia fuera. Lástima que Andalucía no tenga hoy la escuela de hostelería que se fundó en 1938, aquella de la que hay abundante documentación gracias a la que sabemos que llegó a formar a miles de jóvenes. Accedían a los 12 años con la matrícula gratuita y salían como mozos directamente colocados a los 18. Despabilados, con desparpajo, sabiendo tratar al cliente con respeto y, por lo tanto, haciéndose respetar. Llaman la atención las materias del plan de estudio:Cultura general, Inglés, Francés, Contabilidad Hostelera, Taquimecanógrafa, Cocina, Restaurante, Bar, Recepción y Conserjería, entre otras. Hoy se diría que aquellos camareros estaban empoderados. Muchos encontraron trabajo en la Costa del Sol, en aquel desarrollismo económico que mutiplicó bares y restaurantes. La escuela funcionó de 1938 a 1950. Hoy nos faltan camareros. ¿O nos sobran bares... y universidades? En cualquier caso es vergonzoso que una tierra que vive de los servicios no cuide la formación, que es la vía más sólida para alcanzar el prestigio, el respeto y la justa valoración. No hay trabajos indignos, sino condiciones y carencias indignantes.

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