La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La felicidad de fundar un colegio con éxito en Sevilla
En la campaña madrileña hay más espectáculo que política. El show exige ingenio, pero los guionistas no siempre aciertan. A Gabilondo, intelectual con pensamiento propio y orador elocuente, le han sentado fatal las consignas. Primero encorsetado en el vídeo Soso, serio y formal, después patinando desde "con este Iglesias, no" hasta "Pablo, nos quedan doce días para ganar". Por la mañana quería bajar la crispación y a la tarde entonaba el "democracia o fascismo".
Ayuso, al contrario, falta de doctrina por sí misma, ha subido con guionistas que ponían en su boca los titulares que marcaban la campaña, como "comunismo o libertad". Pero en las entrevistas aparecían las simplezas. Como que en la Andalucía gobernada por el PP hay más libertad que en la "Andalucía socialista", o que estuvo presa de la Asamblea de Madrid, en un desprecio al papel soberano de los parlamentos. O que el modo de vivir a la madrileña incluye tomarse una cerveza después de trabajar, como si los demás bebiésemos zarzaparrilla. En resumen, majaderías del estilo del "relaxing cup of café con leche" de Ana Botella. A su nacionalismo castizo sólo le falta que el Real Madrid sea más que un club.
Después están, en los extremos del arco ideológico, los candidatos con exceso de sal y especias, con las tripas en la boca. Monasterio opina que Podemos no debería existir y tiene el afecto recíproco de Iglesias. Ambos bandos son provocadores y populistas. Los dos ponen en la diana a periodistas, faltan el respeto a adversarios y su actuación desprestigia a las instituciones.
El tercero en liza cambia: de una derecha que no supo ser flexible a una izquierda que no crispa. Ciudadanos se hunde y deja el sitio a Más Madrid. Arrimadas sostiene que España no puede prescindir del centro, sin darse cuenta que el centro dejó de existir en la primavera del 19, cuando Rivera miró sólo a la derecha y avaló al PP, sobre todo al de Madrid, minado por la corrupción de la época del relaxing. Edmundo Bal además querría gobernar con Ayuso, después de que desterrara a Cs de su gobierno. Entona un ¡vivan las caénas! muy antiliberal.
Más Madrid es el único que ha huido de argumentarios forzados y se ha concentrado en sus propuestas. Mónica García es seria y formal, pero nada sosa. En un episodio de El ala Oeste de la Casa Blanca el presidente Bartlet iba a un oficio religioso y a la vuelta, de broma, se quejaba a gritos de lo soso que había estado el cura: "¡Que los sosos bajen del púlpito por el bien de la seguridad nacional!". Los guionistas de Gabilondo no han repetido el efecto Illa. Esta vez, el soso pierde.
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