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Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

De tsunamis y otros desastres sevillanos

El maremoto del siglo III se une a la cronología de desastres naturales que ha sufrido Sevilla en su historia

Grabado iluminado del Terremoto de Lisboa.

Grabado iluminado del Terremoto de Lisboa. / DS

HACE apenas unas décadas se les llamaba maremotos, pero la globalización del periodismo hizo que terminásemos adoptando la palabra tsunami, sobre todo a partir del desastre de Tailandia en 2004. Sevilla tiene una vieja memoria de este tipo de eventos, principalmente debido al llamado terremoto de Lisboa de 1755 –aquel que estremeció la pluma de Voltaire–, que también fue un tsunami cuyo epicentro estuvo en un lugar desconocido del Atlántico, a unos 300 kilómetros de la capital portuguesa. El terremoto de Lisboa afectó a toda Andalucía Occidental, y es raro visitar una vieja iglesia de esta zona sin que las guías nos indiquen que tuvo que ser restaurada debido a los daños provocados por la catástrofe.

Recientemente nos hemos enterado de que Sevilla sufrió un tsunami en el siglo III d. C., en pleno Imperio Romano. Ha sido gracias a un estudio de varias universidades en el que ha participado el que quizás es el arqueólogo más popular de la actualidad, Miguel Ángel Tabales. La prueba más palpable de la catástrofe es que el gran edificio portuario que se ubicó en donde hoy está el Patio de Banderas quedó completamente arrasado y mezclado con restos de otras edificaciones cercanas, lo que nos indica la violencia del evento. A partir de ahora el tsunami del siglo III se unirá a esa cronología de los desastres naturales y humanos que ha sufrido la ciudad, como la invasión vikinga durante el Emirato Omeya, en el 844; la gran peste de 1549, que acabó con casi la mitad de la población; o la riada de 1895, que en realidad fueron seis.

Mi compañero de página, el biólogo Tomás García Rodríguez, aseguró en una entrevista que, en un futuro –lejano, gracias a Dios–, el mar volverá ocupar todo el área de Doñana y alcanzará las puertas de Sevilla. En cualquier caso es una estampa más plácida que la de la bravura del oleaje golpeando el caserío de una ciudad que ya no tiene murallas para frenar tales ímpetus. Porque la cerca de Sevilla no sólo servía para protegerla de los enemigos y evitar el fraude fiscal, sino también para mantenerla seca durante las crecidas del Guadalquivir y, ahora lo sabemos, de los tsunamis.

No sabemos que tipo de desastres naturales golpearán a Sevilla en el futuro. El más cercano en el tiempo fue el del pequeño terremoto del 28 de febrero de 1969. El campo de la Feria se llenó de la gente en pijama que se refugió allí para evitar quedar atrapados entre los hipotéticos escombros. Al final todo quedó en un susto. El epicentro también estuvo en el Atlántico, a 200 kilómetros del Cabo de San Vicente. La historia, a veces, tiene estos flatos.

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