Joaquín / aurioles

El turismo como sector estratégico

La afluencia de turistas ha sido una de las pocas noticias positivas durante la crisis Andalucía, especializada en el segmento nacional, ha sido menos beneficiada que otras autonomías

EL turismo ha sido una de las pocas fuentes casi permanente de noticias económicas positivas durante la crisis, y ha obligado a retomar el clásico debate sobre las ventajas e inconvenientes de apostar por él como sector estratégico para el futuro de Andalucía. Si se toma como referencia lo ocurrido durante lo que va de año en el turismo español, el resultado es espectacular. Los más de 26 millones de turistas registrados hasta el mes de junio -4,1% de crecimiento con respecto al mismo periodo de 2012, que ya fue un buen año- y lo que se va conociendo sobre el desarrollo del tercer trimestre permiten afirmar que 2013 será uno de los mejores años turísticos de la historia. Las pernoctaciones crecen algo más moderadamente, un 2,5%, lo que significa que se recorta la estancia media, pero el gasto de los turistas aumenta en torno a un 8%, que es también lo que se espera para el conjunto del año.

Como cabe esperar, un panorama tan esperanzador no puede permanecer ajeno a las incertidumbres y adversidades del entorno. Los aspectos más sombríos se relacionan con el retraimiento del turismo nacional, con sus particulares consecuencias para Andalucía y con la dificultad de traducir el buen clima en un crecimiento sostenido del empleo. Los últimos datos de la EPA indican que el empleo en el turismo se redujo un 0,9% durante el segundo trimestre de 2013, que el paro aumentó en 16.000 personas y que Andalucía figura entre las más perjudicadas.

Andalucía es un caso singular debido a su especialización en el turismo nacional (la cuota andaluza de turismo nacional duplica a la de turismo extranjero) y la consecuencia es que, aunque los datos acumulados durante el primer semestre son también favorables, no lo son tanto como en el resto. El número de viajeros aumentó un 2,5%, el de pernoctaciones un 0,5% y el gasto medio de los turistas en un 4%. En cualquier caso, parece justificado reconocer al turismo una contrastada capacidad de resistencia frente a las adversidades, es decir, de típica actividad refugio. Probablemente sea insuficiente para defender su consideración como sector clave, pero indudablemente una razón de peso desde un punto de vista estratégico, sobre todo si se tienen en cuenta otras circunstancias, como su decisiva contribución a la corrección del desequilibrio en la balanza de pagos (el superávit de 2.400 millones de euros por cuenta corriente del pasado mes de mayo se consiguió gracias a los más de 3.000 millones de superávit en la balanza turística) y el efecto multiplicador sobre otras actividades.

WTTC (World Travel & Tourism Council) es una especie de lobby turístico internacional que intenta canalizar sus influencias a través del estudio pormenorizado de muy diversos aspectos a nivel internacional. Su principal argumento a favor de la consideración estratégica del turismo reside en las enormes expectativas de crecimiento que se derivan de la previsión de que en 2050 existirá una clase media de 3.000 millones de personas dispuestas a viajar, pero también de otras razones. Una muy poderosa es la generación de ingresos estimados en 1,6 billones de euros anuales (un 50% más que el PIB español) y 98 millones de personas empleadas, pero sobre todo en la estimación de un efecto multiplicador algo superior a tres (cada euro gastado en turismo se multiplica por más de tres en términos de actividad indirecta e inducida en otros sectores), que es notablemente mayor al multiplicador medio del gasto en bienes y servicios. Según WTTC el gasto en turismo ha desplazado definitivamente a la mayor parte de los otros conceptos, igualando al gasto en telecomunicaciones y quedando ligeramente por debajo del gasto en educación. También se apuntan los beneficios para la población del proceso de apertura económica que suele acompañar su desarrollo, de las infraestructuras y los equipamientos, además de las oportunidades de ocio y servicios avanzados, especialmente en materia de transporte y accesibilidad.

Los principales argumentos en contra se centran en la calidad del empleo y la productividad y en sus potencialmente perversos efectos sobre el entorno y el medio ambiente. En lo que se refiere al empleo, es indiscutible que una retribución reducida incentiva la contratación de trabajadores poco cualificados, pudiendo perjudicarse la productividad general de la economía, pero este argumento en el caso de Andalucía no puede ser interpretado más que como una oportunidad para los que tienen mayores dificultades para encontrar empleo. En lo que se refiere al conflicto tradicional con el entorno, se acumulan las evidencias sobre la contribución del turismo a la recuperación de entornos urbanos deteriorados (muy evidente en caso de recintos portuarios y el turismo de cruceros) y a las manifestaciones culturales en general, aunque se mantienen la suspicacias sobre sus relaciones con el medio ambiente. La experiencia de la burbuja inmobiliaria en España y sus efectos depredadores sobre el litoral demuestran que los intereses turísticos y medioambientales no habían llegado a confundirse tanto como se había repetido a lo largo de la década pasada, pero todavía más preocupante es que la nueva Ley de Costas no parece pensada para invertir el proceso, sino más bien para garantizar su continuidad, cuando las circunstancias lo permitan.

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