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El poliedro

Que vayan acoplándose

Salgado confiesa ante sus colegas europeos que no "no tiene ni idea" sobre cómo evolucionará la vivienda

EN Alemania, el precio de la vivienda no ha caído con la crisis: es el benéfico efecto de un robusto mercado de alquiler, un rasgo que distingue a los germanos a la hora de disfrutar de unas paredes donde vivir. Donde más cae es en Gran Bretaña (allí, sólo en los tres primeros meses de 2009, ha bajado el precio medio un 12%), seguida por España (un 6,5% de caída: una casa valorada en enero en 300 mil euros pasó a cotizar casi veinte mil euros menos en marzo, y sin seguridad de venta). Patrimonio familiar menguante: valor de mercado decreciente, hipoteca constante. La ministra Salgado dice que no tiene "ni idea" de cómo van a evolucionar los precios de la vivienda en España. Se agradece la sinceridad, y se comparten sus votos para que la oferta y la demanda de casas "vayan acoplándose", como confesó esta semana la ministra de Economía ante sus colegas de la UE. Ahora vemos al Ministerio de la Vivienda del primer Zapatero en su justa medida: un florero de aquel gabinete bisex, a favor de la corriente del último arreón económico que entraba por la popa. Tampoco se le dio bola alguna a la fugaz Trujillo, su extremeña titular; eso es cierto. O sea, más allá de las correctísimas carteras ministeriales entregadas con el Rey de testigo, queremos pensar que sabía el Gobierno que la vivienda no tiene enmienda, y que el parón se iba a producir. O igual tampoco el Gobierno tenía ni idea de que el barranco estaba a dos pasos… ¿Alguien la tenía? Muchas inmobiliarias -y muchos compradores, claro- tampoco demostraron saber calibrar el entorno, a la vista de los acontecimientos del último año y medio largo.

Que vayan acoplándose oferta y demanda. Ojalá, y cuanto antes. El mercado de la vivienda es variopinto y heterogéneo, y hay casas que van cuesta abajo y sin freno, y otras que pasan por ser valores seguros y que, de momento y hasta que no se pongan en venta, se mantienen como pinos junto a la ribera. Siempre ha habido clases… Y bolsillos para aguantar. Ileso, nadie. Pero no hay tanta vivienda vacía como para desplomar los precios mucho más. Y el español quiere casa con escritura de propiedad. Y hay experiencia y capacidad instalada en la oferta, por mucho que sepamos que la construcción no genera el empleo de mayor calidad y valor añadido: no hay mucho más de momento en nuestra estructura económica, en la que el turismo debe mantenerse como gran ponedora. Las casas han bajado mucho menos de precio que los coches, por ejemplo. Las primeras viviendas urbanas son más inelásticas -se resisten más a bajar de precio- que muchas barbaridades urbanísticas litorales vendidas "como inversión", que podrían acabar siendo inertes páramos enladrillados que no cuentan con infraestructuras sostenibles. La capacidad de muchas corporaciones locales para fiscalizar y mantener las nuevas urbanizaciones que tanto engordaron su presupuesto es tan limitada que miedo da. Pero el español -no sólo el casado- quiere casa.

Heterogéneo que lo es, el mercado de la vivienda no puede caer mucho más. Tras una fase ya larga sin ventas, no debe caer más. La huelga de celo bancaria debe remitir, duele repetirlo. También influye a la baja la situación de asfixia de aquellos inmuebles cuyos propietarios -o copropietarios, con su banco y socio- se quedaron sin silla en el juego, endeudados por causa del cuento de La Lechera, una metáfora del llamado efecto riqueza.

Queremos tener propiedades para sentirnos seguros. La mayoría de los españoles no conocemos muchas otras formas de invertir el ahorro que las casas. Ojalá que vayan acoplándose la oferta y la demanda (que ésta despierte), y esperemos que suceda más pronto que tarde: sería un buen síntoma. Sensu contrario, una caída en picado de los precios sería un síntoma fatal. Sólo las cañas más aceradas, unas pocas, pescarían en las aguas estancadas.

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