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Testimonio

El Covid en primera persona: El agradecimiento a "mi familia de hospital"

Manuel Marchante enfermó de Covid y fue hospitalizado en el Virgen de las Nieves

Acceso a las Urgencias del Hospital Virgen de las Nieves de Granada.

Acceso a las Urgencias del Hospital Virgen de las Nieves de Granada. / Antonio L. Juárez

El pasado 23 de abril me diagnosticaron positivo en Covid-19. El médico de familia nos informa de la necesidad de confinamiento familiar, aislarnos y estar atentos a la evolución. Al quinto día de confinamiento y estar en cama con paracetamol y cuando llego a un nivel de saturación por debajo de 90 se prepara todo para acudir al servicio de Urgencias del Hospital Universitario Virgen de las Nieves “sin dramatismos y siendo consciente de que es el mejor sitio donde podría estar…”.

La llegada impresiona un poco por la cantidad de gente en el aparcamiento y la sala de espera y, sin duda, por mi propia debilidad. Desde las 18:00 horas hasta la 22:00, prácticamente no fui consciente de casi nada (lo que puede dar idea de cuál era mi situación), pero la sensación es de estar en buenas manos. A las 22:00 horas me pasan a la Sala de Observación: me sitúan con la camilla entre cortinas y varios profesionales se acercan para ofrecerme un pijama, proporcionarme aerosoles y medicamentos a través de la vía… Casi siempre con palabras de ánimo que generan serenidad y ofreciéndose “por si necesitas alguna cosa”. Sobre las 00:10 de la noche me informan del paso a planta, habitación 612 que será mi pequeño hogar durante unos días importantísimos en mi vida. Es pequeña, con un 'bosque' de aparatos que sobresalen de la pared, conectados a su vez con tubos, gomas, cables, relojes… Un ruido de fondo permanente me acompañará todos los días, es el oxígeno fluyendo en el botecito de agua. Al instante empiezan a acercarse las primeras personas que serán mi familia-cuidadora y con un tono amable me ofrecen la información básica para funcionar. La noche, hasta las 7:30 horas de la mañana supongo que la paso como puedo: dormitando, pendiente del oxígeno, de la vía y con una pequeña tos persistente ante el mínimo movimiento… pero creo que realmente descanso.

La mañana del miércoles 28 comienza temprano con extracción de sangre, medidas de saturación de oxígeno, temperatura… Continuamos con un "¡buenos días!" y un "¿se puede usted duchar?" que suenan muy bien. Con mucho cuidado lo intento, pero soy consciente de mi debilidad: el desplazamiento hasta la ducha (¡4 pasos!) es todo un reto… una tos continua, muy superficial, dificulta mucho todo y te sitúa donde realmente estás: en el hospital con Covid. La ducha con su agua caliente, toallitas jabonosas, un pijama limpio, toallas suaves… ¡un mundo hasta sentarte en el sillón! Terminamos esta primera parte de la mañana con el desayuno: por primera vez desde el viernes pasado me apetece comer algo. Un descafeinado, un bollo de pan tierno, mermelada y mantequilla. ¡Buenísimo!

El punto álgido de la mañana es el equipo médico. Leo en su bata que se trata del Dr. Pedro Alarcón. Me parece joven, muy educado, cercano… pero destaco su serenidad y su pedagogía para decir qué me ocurre, para explicarme lo que me están haciendo y para recabar la información que necesita. Suele venir con otro facultativo y la conversación a tres es genial: te pregunta, respondes, le explica al compañero, vuelve a preguntar, vuelves a responder, vuelve a explicar… Al auscultarte, también comenta: "sonido limpio", "pequeñas crepitaciones en el lado izquierdo", "buena capacidad en general"… Luego se dirige a mí y explica cómo me ve, qué me están haciendo y cómo estoy reaccionado al tratamiento. Realmente un equilibrio casi perfecto de técnica y saber hacer, y de profunda humanidad. En todo momento tengo la sensación que cuida mucho que está hablando con una persona enferma, pero fundamentalmente con una persona débil, preocupada, desconcertada y que tiene puesta toda su confianza y esperanza en su preparación, saber hacer, experiencia y vocación… ¡Cómo doy gracias a Dios por ello! Su despedida siempre es especial: deja claro que está haciendo lo que hay que hacer, que responde al resultado de las últimas investigaciones, al trabajo de algún compañero que está estudiando profundamente los datos con los que se cuentan. Sus ojos me hacen imaginar su sonrisa y sus palabras de ánimo preceden al cierre de la puerta hasta el día siguiente. Por ciento, aunque nunca pregunto qué va a pasar mañana o hasta cuándo voy a estar aquí, siempre añade perspectiva de futuro: "mañana haremos analítica para comprobar determinadas constantes" o "vemos qué podemos hacer el jueves" o "este fin de semana continuamos con el tratamiento y ya veremos el lunes qué es lo mejor"…

Después de la visita médica, la vida continúa y más pronto que tarde acuden a limpiar con profundidad la habitación: aseos, utensilios, puertas, ventanas, suelos… Siempre hay alguna conversación interesante sobre los padres, los abuelos, los estudios de los hijos, la actualidad mundial… Y casi sin darme cuenta llega la hora de la comida, que se convierte en uno de los momentos más esperados. Me anima especialmente saber que comiendo colaboro de forma importante en mi recuperación.

En breve llegará Amalia. Única cara conocida de esta aventura y punto de inflexión de todo. Me pregunta y tranquiliza. Continuamente habla del magnífico equipo que está al frente de todo, de la experiencia acumulada con el Covid -muchos en carne propia-, de la investigación constante… Amalia también supone un apoyo enorme para la familia porque matiza la información que proporciona el médico y yo mismo a Isabel María, que en la distancia vive junto con Lara, Carlos y el resto familiar su particular experiencia.

Hasta aquí una impresión muy personal de la experiencia, pero sigo admirado no solo de la intensa vida en esta pequeña habitación, sino en todo el pasillo, en la planta… Me imagino la actividad de todas las plantas, de los servicios del hospital: urgencias, pruebas diagnósticas, UCI… Coordinación de los equipos médicos, elaboración de investigaciones, previsión de normas para la población… Realmente un sistema complejo que funciona con unos equipos de personas muy bien preparadas, que prestan un servicio encomiable a la sociedad y que se constituyen en ejemplo de lo que el ser humano puede conseguir.

Mi admiración por el trabajo y saber hacer de estas personas que me tratan y cuidan es plena y siento que no podré recordar ningún rostro. Lo que sí estoy seguro ahora es que podría identificar su voz, su tono o su timbre. Estas palabras salen de un corazón agradecido, pero salen porque se han ido introduciendo gesto a gesto, palaba a palabra, aerosol a aerosol… con cada pijama y toalla preparados con el cariño que he sido capaz de captar. Quiero devolver esos gestos recibidos con la palabra, estas palabras que me encantaría pudiera llegar a todos y cada uno de vosotros que habéis sido mi “familia de hospital” durante este tiempo de incertidumbre y de esperanza a la vez. Pienso no sólo en mí, también en todas las personas de la planta que han recibido vuestros cuidados. Estoy seguro que comparten lo que intento expresar, enriquecido con los cientos de detalles que han recibido de este equipo humano.

Soy consciente por otro lado de que no todo ha sido perfecto. Estoy convencido de que hay margen para mejorar. Vosotros sois los primeros en establecer los protocolos para ello. Pero estas letras intentan expresar lo vivido y agradecer lo recibido, con la intención de reconocer y poner en valor tanto esfuerzo y a su vez, que pueda ser un estímulo y motivación a todo el equipo que ha sido, como ya he expresado, “mi familia de hospital” durante este tiempo.

Manuel Marchante García Hospital Universitario Virgen de las Nieves Habitación 612

Granada, 27 de abril-11 de mayo de 2021

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