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LoS ciudadanos andaluces conocieron ayer con suma preocupación la llegada al Puerto de Sevilla de 12.000 toneladas de residuos tóxicos y peligrosos con destino a Nerva. Estamos solo ante la punta del iceberg de una operación que supondrá la llegada a Andalucía de un total de 120.000 toneladas de estos residuos que se desarrollará durante las próximas semanas.

Esta basura industrial proviene de la descontaminación de unos astilleros ubicados en la bahía de Kotor (Montenegro), un paraje cuya belleza e interés ecológico lo han hecho merecedor de la denominación de Patrimonio de la Humanidad. La basura que está llegando a Andalucía son los restos del proceso de limpieza de los cascos de los barcos, unos residuos que pueden durar décadas en degradarse si no reciben el tratamiento adecuado. Ante todo hay que tener en cuenta que el traslado de esta basura al depósito de Nerva cuenta con el visto bueno tanto del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, que es la que tiene las competencias en la materia, como de la Junta de Andalucía.

Es decir, es completamente legal. Sin embargo, cuesta mucho entender cómo Andalucía ha terminado permitiendo que la localidad de Nerva se haya convertido en el lugar de almacenamiento de unas basuras peligrosas que se generan en un país balcánico. También por qué se ha dado luz verde a que estos materiales hayan sido transportados por el Guadalquivir, rozando Doñana, y desembarcados en un puerto, el de Sevilla, con barrios habitados a pocos metros. Es hora de que las autoridades centrales y autonómicas empiecen a estudiar muy seriamente el cierre del vertedero de Nerva, cuya existencia supone un peligro para los habitantes de esta localidad. No hay beneficio económico ni social que lo justifique.

Cuesta entender cómo Andalucía se ha convertido en el lugar de almacenamiento de residuos peligrosos generados en un país balcánico

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