"El padre se ha vuelto loco de las palizas que le daba el hijo"
crimen en villanueva del río y minas · El testimonio de los vecinos
Los testigos relatan la violencia que la víctima ejercía a diario sobre el asesino.
A la una de la tarde de este lunes, una decena de curiosos contemplaban el trabajo de los buzos de la Guardia Civil en el río Rivera del Huéznar. Uno de los submarinistas buscaba entre unos cañaverales, mientras otro revisaba los bajos de un puente peatonal sobre el río. En la pasarela permanecía cerrado un ataúd metálico flanqueado por los operarios de los servicios funerarios, el juez de Guardia, el forense y varios agentes de la Guardia Civil.
Unos minutos antes, los buzos habían sacado del río el tronco de José Reina, el joven de 26 años asesinado y descuartizado por su padre en Villanueva del Río y Minas. "Falta algo, no paran de buscar. Y la cabeza no ha salido todavía", decía uno de los espectadores. Llevaban razón. El asesino había repartido los trozos y parte del cadáver fue hallado horas más tarde en una zanja de un descampado próximo a la vivienda. La cabeza, sin embargo, estaba en un contenedor de basura.
Algunos de los que aguardaban en el río incluso habían visto a José Reina padre arrojar, a las ocho y media de la mañana, unas bolsas de plástico desde el puente sobre el Rivera del Huéznar, sin imaginarse en ningún caso que en ellas estaban los trozos del cadáver de su hijo. Luego, horas más tarde, al asimilar la noticia, casi todos le encontraban una explicación. "El padre se ha vuelto loco de las palizas que le daba el hijo, que tampoco estaba muy bien de la cabeza. De hecho aquí todo el mundo lo conocía como el Loco. Le pegaba unas palizas tremendas al padre, le quitaba la moto, tenían broncas a diario...", explicaba un joven junto al río. "El chaval estaba todo el día con los porros y tenía harto al padre, que lo ha debido de coger dormido y ha pensado que ya no le iba a pegar más", decía otro de los curiosos.
La violencia entre ambos era tal que incluso un juzgado había prohibido a José Reina hijo acercarse a su padre. "Ya hacía dos días que no se le veía. La gente con la que se juntaba no sabía nada de él y se preguntaban dónde estaría. Ya ves dónde estaba". Ni el padre ni el hijo tenían familia en el pueblo, adonde habían llegado hace unos años desde Barcelona. "Creemos que el niño volvió allí durante un tiempo, quizás porque allí vivía su madre, pero terminó volviendo a Villanueva", exponía otro de los testigos.
Cuando los buzos levantaron el dispositivo en el río, la comisión judicial se desplazó a la calle Juan Ramón Jiménez, donde residían el asesino y la víctima. Desde la terraza de una vivienda, un grupo de jóvenes contemplaba los trabajos para recuperar las partes del cuerpo que no habían sido arrojadas al río. Salvo la cabeza, que fue hallada en un contenedor, el resto de trozos estaba en una zanja de un descampado cercano. Allí, dos empleados de los servicios funerarios cargaban con una bolsa los pedazos del cadáver. El fuerte calor, el peso y los uniformes de plástico blanco que llevaban encima de sus ropas les obligaban a parar en el camino.
Una vecina sufrió una conmoción al enterarse de la identidad de la víctima. "El pobre Joselito. No era tan malo, no era tan malo...", decía la mujer entre lágrimas en el sofá de su casa, sin querer asomarse a la terraza. Su marido la compadecía y añadía que el joven "a veces se pasaba con las drogas", mientras se tapaba la nariz y la boca ante el fuerte olor que desprendían los restos. Fueron quizás las únicas personas que lloraron este lunes la muerte de este joven en Villanueva del Río y Minas.
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