Yolanda Morató, “Chaves Nogales se exilió por el miedo a todos”

El Rastro de la Fama

Traductora, docente e investigadora, es una de las principales especialistas en la vida y obra de Chaves Nogales

Acaba de editar en El Paseo el primer volumen de las crónicas del periodista sevillano durante la II Guerra Mundial José Soto Chica, medievalista: “La II República reivindicó la figura de don Pelayo”Jacobo Cortines, poeta: “No aguanto la fealdad”

Yolanda Morató. / Gabriel Hinojosa

Entre otras muchas cosas, la traductora, profesora, escritora y poeta Yolanda Morató (Huelva, 1976) es una de las principales especialistas en la figura de Manuel Chaves Nogales, el gran periodista sevillano que vivió y narró como nadie la gran hecatombe europea de los años treinta y cuarenta del pasado siglo (la Rusia comunista, la Alemania nazi, la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial...). Investigadora concienzuda que no da por bueno ningún dato si no está perfectamente contrastado, Morató sorprendió gratamente a la república de las letras con la publicación, en 2023, de ‘Manuel Chaves Nogales. Los años perdidos (Londres, 1940-1944)’. (Renacimiento), un libro con hallazgos sorprendentes que nos mostraron a un personaje mucho más complejo de lo pensado hasta el momento. Ahora, esta profesora de Filología Inglesa de la Universidad de Sevilla y la editorial El Paseo sacan a la luz el primer volumen de ‘Diario de la Segunda Guerra Mundial. (Inéditos 1939-1944)’, al que le seguirán dos más de próxima aparición. En total los tres libros recogen unas 600 crónicas de Chaves Nogales sobre el conflicto que cambió la historia de Europa y el mundo, y en las que el autor del legendario ‘Belmonte’ hace gala de sus dotes como periodista capaz de llegar al gran público, pero también a los más exigentes críticos.

Pregunta.–Su ámbito universitario es la Filología Inglesa. Sin embargo, uno de sus principales campos de trabajo es el periodista sevillano Manuel Chaves Nogales.

–Entiendo que, académicamente, hace falta distinguir los estudios en distintas disciplinas, pero para mí los saberes son trasversales, no entiendo la monodisciplina. Cuando, como yo, estudias la literatura, el arte y el periodismo vinculados a la Primera y la Segunda Guerra Mundial no puedes ir con divisiones que no responden a la realidad. No se puede separar la acción del Gobierno británico de las artes que se producen en esos periodos.

P.–Chaves Nogales recuerda un poco a Blanco White. Ambos son sevillanos exiliados, liberales, incomprendidos por el fanatismo generalizado...

–Algo de esa similitud hay, pero el siglo XX es completamente diferente a todo lo que hubo antes. Se produjo un gran desarrollo de la industria química y armamentística que hizo que las personas que vivieron este siglo se enfrentasen a unos horrores desconocidos hasta ese momento. Creo que no hemos profundizado sobre lo extremadamente dura que fue la primera mitad del siglo XX. Nos quedamos con el progreso general de la sociedad y la ciencia, pero hubo circunstancias individuales durísimas.

P.–Vivimos una auténtica ‘chavesmanía’. Todas las editoriales quieren tener su Chaves Nogales. ¿Por qué este interés? En conocimiento popular empieza a recordar a Cervantes, valga la exageración.

–Chaves Nogales era conocido por su Belmonte, pero no existía una conceptualización de su obra. Fue alguien que, siempre con un estilo muy reconocible, se movió en muy distintos ámbitos. Al igual que Cervantes, cuenta los grandes temas universales de una manera muy accesible, lo que lo acerca al gran público. Cada generación lee en él algo diferente. Es lo que ocurre con los clásicos.

P.–Me ha impresionado que el único artículo de un autor español que Churchill tenía guardado era de Chaves Nogales.

–Es un texto del año 1938 en el que habla de la situación de Franco. Churchill lo guardó en sus archivos personales, que ahora están en la Universidad de Cambridge. Además, ambos compartían el mismo agente literario, Emery Revés, de Cooperation Press Service.

P.–Hasta ahora, los años del exilio de Chaves Nogales, desde su marcha de España en 1936 hasta su prematura muerte en Londres en 1944, eran muy desconocidos. Sin embargo, cada vez tenemos una visión más clara de este periodo, entre otras cosas gracias a su trabajo.

–Pero aun nos queda un poco por saber. Todavía hace falta una biografía exhaustiva de Chaves Nogales en la que, entre otras cosas, se expliquen los lugares en los que trabajó y por qué. Ahora tenemos datos que no están lo suficientemente conectados. A mí me gusta no solo saber dónde está Chaves en un momento determinado, sino también por qué está ahí y, sobre todo, por quién. ¿Por qué cuando Chaves viaja a Inglaterra lo hace con los franceses y no con los españoles?

P.–¿No había unidad entre los republicanos españoles?

–Tirando un poco de guasa, los republicanos españoles eran como los erasmus españoles. Es decir, los había de todo tipo. No se puede hablar de los republicanos españoles como un todo. Eso es un disparate. No viven en los mismos barrios, no trabajan para las mismas empresas, no tienen la misma ideología...

P.–¿Y la biografía de Francisco Cánovas sobre Chaves Nogales?

–Para mí no es una auténtica biografía. Básicamente resume los datos de la biografía de Cintas Guillén, por lo que reproduce los mismos errores. Lo que sí me parece muy interesante es la contextualización que hace de los textos de Chaves. Esa parte está muy bien trabajada.

P.–Chaves Nogales es un hombre muy mitificado y manoseado.

–Es normal que cuando una persona capta la atención del público se inventen, voluntaria o involuntariamente, cosas sobre él. La labor del investigador es, precisamente, aclarar estas cosas y crear un relato basado en hechos y no en suposiciones.

P.–La famosa divisa atribuida a él de ‘andar y contar’ no parece ser suya.

–Quien lo dijo fue Baroja. Es una frase pegadiza que cala muy rápidamente. Chaves Nogales lo practicó en sus años madrileños, pero no tanto en su exilio, porque estaba controlado, como todos, por el Ministerio de Información. El caso de Chaves Nogales es muy peculiar, porque ejerció puestos de poder desde muy temprano, tanto en los periódicos como en la vida social. Era un gran amante de los banquetes con los que se homenajeaba a diferentes personalidades. En Inglaterra siguió con esta afición y buscó hoteles para hacer ‘brindis’, como se llamaba allí a los banquetes. Para hacer sus crónicas lo mismo hablaba con una portera o un barrendero que con los altos mandos de distintos países. Sabe muy bien moverse en una sociedad compuesta por muchas capas.

P.–Pese a todo lo que vio, era un hombre optimista.

–Tenía un don de gentes espectacular. Su optimismo y su esperanza eran inseparables de su personalidad. Era una persona que podía sentarse con un monárquico, un anarquista, un independentista... eso es lo que lo hace tan interesante.

P.–¿Por qué se fue de España en el 36? Él, que era republicano, no se exilió de Franco, sino de la República.

–Yo creo que él se exilió del miedo.

P.–¿Miedo a quién?

–Del miedo a todos, porque en una guerra tú nunca sabes por dónde te van a llegar las balas, nada está claro. No caer en esto fue el gran error de Lorca. Todos tenemos derecho a huir de una guerra. Es humano.

P.–¿Perteneció a la tercera España?

–Yo a Chaves no lo veo en ningún bando, ni siquiera en el de la tercera España. Él es demócrata y liberal. Eso está clarísimo, lo escribe él mismo. Está con la causa aliada, con la democracia y contra el totalitarismo. Y eso hay que respetarlo. Es un espíritu muy de la época, independiente y moderno, como Orwell.

P.–Sus crónicas contra la invasión por parte de la URSS de Finlandia son tajantes. ¿Era un anticomunista?

–Hay momentos en que tiene que ser anticomunista porque hay comunistas que lo están amenazando. A él lo amenazaron desde ambos bandos. En general, era antiextremista.

P.–¿Fue un espía británico? Algunos sacan esa conclusión después de la lectura de su libro ‘Los años perdidos’.

–Yo nunca he dicho que fuese espía, sino que trabajó al servicio del Ministerio de Información británico. De eso no hay duda ninguna. En las guerras todo el mundo tiene una labor. Y la de Chaves fue la de periodista que trabajaba para el Estado británico. Colaboró en el esfuerzo de guerra y en mantener el optimismo en la población. Todos sus artículos refuerzan la idea de que los aliados van a ganar.

P.–Este que ha presentado ahora es el primer volumen de las crónicas que escribió Chaves Nogales sobre la II Guerra Mundial. Usted defiende que son unas 600, pero hay otras voces que aseguran que son muchas más, hasta 1.500.

–Es que algunas crónicas se publicaron en diferentes lugares con matizaciones, censuras, etcétera... Pero sí, podemos decir que realmente son unas 600. ¿Le parecen pocas? ¿Le hubiese dado tiempo a más? Tenía muchas cosas que hacer: escribir un par de crónicas diarias, coordinar a gente, hacer recepciones, viajar... No descarto que pueda aparecer alguna crónica suelta más, sobre todo de la época francesa anterior a la II Guerra Mundial. Pero poca cosa.

P.–Lo que se ve muy claro en estas crónicas es el estilo magistral de Chaves Nogales, sobre todo en el uso del ‘telling detail’, la técnica de contar un problema general a través de un detalle revelador.

–Chaves hubiese sido un magnífico cineasta. Tiene la virtud de saber contar, algo que es muy difícil en cualquier gremio. Sabe llegar a todas las capas de la población.

P.–En este volumen se le nota a Chaves Nogales una profunda simpatía por el pueblo francés.

–Él escapó de una España oscura y llegó a la Ciudad de la Luz, una urbe llena de alegría de vivir. Es inevitable que se sienta fascinado. Por lo general, de cada pueblo destacaba su idiosincrasia. De los ingleses le llamaba la atención la flema británica, el cómo un pueblo que está siendo masacrado mantiene la compostura, se organiza y hace como si no pasara nada. En una crónica se sorprende de lo bien que disimulan el miedo los ingleses.

P.–¿Qué gran enigma sobre Chaves Nogales le gustaría resolver?

–Hay una crónica en la que dice que está escribiendo una novela sobre el exilio español. Me encantaría encontrarla, pero soy consciente de la dificultad. Puede estar en mil sitios diferentes o traspapelada en la carpeta de otro autor.

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