El quite del desprecio de Abde y la Blanca Paloma de Antony

Cargando la suerte, mirando al tendido... La celebración de Abde en el gol semifantasma con que saludó al primero de la noche fue como aquellos quites del desprecio de Curro Romero. Casi aún resonaban los clarines que anunciaban el inicio de todo y el marroquí cortó el aliento a todo el beticismo en los eternos segundos que duró la revisión del VAR.

El Betis daba un pasito hacia su primera final europea el día que se cumplían 25 años del último paseíllo del Faraón de Camas en el coso de la Maestranza y horas después de que Morante tocase pelo con las dos manos. Las dos orejas del de la Puebla al cuarto toro de la corrida de Domingo Hernández eran una premonición de lo que podía pasar en la avenida de La Palmera.

En Sevilla, entre abril y mayo, el fútbol y los toros están claramente conectados. El mairenereno Salvador Cortés cortó cuatro orejas un día antes del gol de Puerta al Schalke 04. Hoy el protagonismo europeo cae del lado heliopolitano. Esto va así, como los toldos de las casetas en la Feria, que las hay a rayas verdiblancas y rojiblancas.

Los “olés” los arrancaba Isco con su capote de seda y bordados en oro. El malagueño hace posible que el bético salga toreando a las farolas de La Palmera.

Lo de la entrada de mayo ya es un guiño de Antony. El tatuaje del brasileño en la parte izquierda de su cuello es muy de Lunes de Pentecostés. La Blanca Paloma le bajó al extremo bético como inspiración en Sao Paulo, lo lució en Ámsterdan y en Mánchester, dos ciudades con acento en castellano, y lo luce en Sevilla, la que mejor presume de acento andaluz. Arte y entender la vida como un constante disfrute. Media ciudad disfrutó con su tremendo derechazo a la escuadra. Sin embargo, se señalaba en la celebración otro de sus tatuajes, en la base de la nuez, con el que se autodefine: “Iluminado”.

Ahora sólo resta no fallar con la espada en el Artemio Franchi. Hay que tenerle respeto a la Fiorentina y el gol de Ranieri –Pellegrini juega en la Roma– le añade dificultad. No es aquella Fiore de Batistuta, pero exige concentración y un último esfuerzo. La felicidad del beticismo lo merece y cómo se dejó la garganta la espléndida noche que se vivió en el Benito Villamarín es una muestra de la ilusión que hay por hacer historia en Europa.