Indudablemente y como no puede ser de otra forma, el resultado condiciona el análisis y así vemos cómo tras la derrota más o menos ominosa, Pellegrini es la reencarnación de Griguol y tras la victoria es el autor de ese hecho milagroso que es el estado actual de Cristian Tello. Así fue siempre, pero lo que ocurre es que hogaño se vive con tantas urgencias que el marcador no siempre es consecuencia sino causa y ahí andamos, querido lector.

También el resultado nos aboca a ese ventajismo tan instalado en la opinión pública, que ya no es sólo parcela periodística, sino que se ha ubicado en las redes como materia clave. El periodismo, como el mundo, se ha globalizado tanto que los que antes sólo tenían las paredes de los retretes para expresarse poseen ahora espacio propio, habitualmente abonado al insulto y la descalificación. Dos prácticas que se han incrustado en los tuétanos de esta maleducada sociedad.

A Pellegrini se le descalificó en algunas trincheras como un anciano que se convertiría en la segunda edición de aquel Carlos Timoteo Griguol que no se quitaba la gorra ni a cubierto y que llevó al Betis de Finidi, Alfonso y Denilson al borde del precipicio. Eso pasó antes de que llegase y después hasta se tuvo la osadía de repetirse tras la noche triste de Getafe. Y aunque puede que la cosa vaya a repetirse al primer tropiezo, ahora es una máquina receptora de elogios.

El argumento principal es cómo ese fichaje de Lorenzo Serra que es Tello se ha desembarazado del yugo que le imponía el denostado Setién y del limbo vivido con Rubi para ser el que deslumbraba cuando Guardiola le dio una banda del Camp Nou. Aquello parecía olvidado hasta que en su cuarto curso en Heliópolis, el vallesano ha empezado a recordar a aquel chaval que a babor hacía estragos a pierna cambiada. Ojalá, los elogios perduren para él... y para Pellegrini.